El epigrama es una composición breve, irónica y festiva, utilizado en cuestiones políticas para criticar, reprochar y sancionar la actuación de funcionarios e instituciones desleales y corruptas. Del epigrama, dijo Tomás de Iriarte en el siglo XVIII:
“A la abeja semejante, Para que cauce placer, El epigrama ha de ser Dulce, pequeño y punzante”
Nicolo Ugo Foscolo, de ascendencia griega, nació en la Isla de Zakinsos el 6 de febrero de 1776 y fallece en Londres el 10 de septiembre de 1827. Escritor, ensayista y crítico literario fue un poeta patriótico pues luchó al lado de los franceses contra Austria que había invadido Italia. En 1806 se traslada a Milán donde escribe su poema “De los sepulcros” (1820) en contra de un decreto de Napoleón. En este Poema aparece el siguiente epigrama:
“En tiempos de las bárbaras naciones
De las cruces colgaban los ladrones;
Pero hoy en el siglo de las luces,
Del pecho del ladrón, cuelgan las cruces.
En España también hubo escritores que cultivaron el epigrama y lo utilizaron para criticar, reprochar o exhibir a quienes incurrían en conductas indebidas e, incluso, para despejar cuestiones tan domésticas y populares como “el burro que tocó la flauta”. Tomás Iriarte, epigramista español, ilustra este refrán de la siguiente manera:
“Cerca de unos prados que hay en mi lugar
Pasaba un borrico por casualidad,
Una flauta, en ellos halló
Que un zagal olvidó por casualidad;
Acercóse a olerlo el dicho animal
Y dio un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se tuvo que colar
Y sonó la flauta por casualidad”.
Otros reconocidos epigramistas hubo en España, como Juan de Tarsis Peralta, Conde de Villanueva, autor de este feroz ingenio:
“¡Qué galán, que entró Vergel!
Con cintillo de diamantes;
Diamantes que fueron antes
De los amantes de su mujer”.
El escritor Bretón de los Herreros y el médico Pedro Mata que componía poemas, tenían rencillas que los hacía insoportables; vivían en la misma casa, pero en pisos distintos. El cartero se equivocaba frecuentemente de domicilio al repartir los sobres postales, por lo que el médico, enfadado, pus en su vivienda este letrero:
En aquesta, mi habitación
No vive ningún Bretón.
El escritor contestó:
En aquesta habitación,
No vive ningún Bretón.
Dejen ya de molestar;
Pues vive cierto médico poeta,
Que al pie de cada receta Pone Mata, y es verdad”.
En México, un exponente del epigrama, quizás el mejor y más reconocido, fue don Francisco Liguori; abogado, profesor, poeta, cronista; participó por muchos años en los programas televisivos Sopa de Letras y sábados del 13, conducidos por Jorge Saldaña. Sus epigramas aparecían cada semana en la Revista Siempre. He aquí una muestra de su exquisito y mordaz ingenio:
“Las gentes se dividen en dos categorías,
En dos categorías se dividen las gentes;
Son tontos los que piensan tonterías
Y los que las cometen, son inteligentes”.
César Abraham Navarrete Vázquez, en su Bitácora de Literatura “Palabras de Viento” cita los siguientes epigramas de Liguori:
Me han dicho que soy poeta
Y alguna vez me lo he c reído,
Pero pronto me he convencido
De que otra ha sido mi meta.
El pueblo bien interpreta,
Interpreta mi labor:
Soy cronista rimador
Y decir que soy cronista
Es decirme periodista,
Y ése es mi orgullo mayor.
INMORALEJA
Tuve un amigo canijo
Que leyó en un libro viejo
Un saludable consejo
Y lo siguió muy prolijo
En su propósito fijo Pensó, viéndose al espejo:
“Seré feliz porque dejo
Un libro, un árbol y un hijo”.
Pero le salió mal todo Pues por irónico modo, Logró al fin de la jornada, Un libro muy aburrido, Un árbol seco y retorcido Y un hijo… de la tiznada.