REFLEXIONES DE TEMPORADA OTOÑO-INVIERNO
PRIMERA PERCEPCIÓN REFLEXIVA.- Días previos a la Navidad. Los grandes almacenes y centros comerciales saturados de personas ansiosas y desesperadas, buscando el artículo o los objetos que serían el regalo, con el cual pretenden, vanamente, demostrar afecto, cariño y amor. ¡Ingenuos! ¡Ilusos! Sólo pensaban en cosas", en vez de sentimientos y valores, olvidando lamentablemente la plegaria de espiritualidad, tan necesaria en estos días: "¡Señor, dame vida para gozar de las cosas; no cosas para gozar de la vida!"
Aquel buscaba lentes Ray Ban, en tanto que el otro lo que quería eran ojos, pues había perdido la vista; una mujer, vanidosa, se interesaba por esmalte para sus uñas, pero otra lo que quería eran sus manos que le fueron arrancadas por una máquina en un accidente de trabajo; ésta deseaba un vestido, elegante, para lucirlo en el baile de fin de año, en tanto que aquella, rogaba a Dios le permitiera caminar, pues a causa de un problema vascular cerebral perdió la capacidad motriz; uno quería corbata y otro lo que deseaba era la camisa. ¡Oh, misteriosa condición humana! ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
SEGUNDA PERCEPCIÓN REFLEXIVA.- No son las cosas materiales, las susceptibles de aportar felicidad; éstas se diluyen, se destruyen o simplemente se consumen; son efímeras, y al final no proporcionan satisfacción; en ellas sólo hay vanidad en quien las regala y morbo en quien las recibe. Hay que fomentar en los niños, desde ahora, una cultura de valores espirituales, que son los verdaderamente necesarios y satisfactorios; los que persisten en el tiempo y se hacen eternos. Muy conocido es el cuento del tipo aquel que pide a los Reyes, zapatos de cierto estilo y calidad y al no concedérselos, reniega y reclama airadamente. Al salir a la calle, este individuo, topa con un pordiosero que, suplicante, pide unas monedas para comer, y al observarlo el tipo renegado se da cuenta que le faltan los pies. ¡Él renegaba por unos zapatos, cuando hay otros que lo que quieren son pies para poder caminar!
Tenemos lo necesario y nos preocupamos por lo contingente; le damos más importancia a lo superfluo y nos olvidamos de lo esencial. No somos felices porque deseamos cosas que no necesitamos; gastamos lo que no tenemos en adquirir cosas innecesarias. A las mujeres y a los hombres de nuestros días, víctimas de la sociedad de consumo, les interesan los autos, la ropa, los viajes, los "plasmas", los perfumes, las joyas, el lujo. Quieren aparentar ante los demás, ocultando o disfrazando su auténtica personalidad, situación que les produce ansiedad, angustia y "stress".
Unos tienen de más y otros que son mayoría, carecen de lo indispensable, en vorágine que genera la festividad navideña, muchos se debaten en la pobreza y en la miseria, padeciendo hambre, frío, enfermedades y soledad, mientras muy pocos derrochan en la abundancia y en la vanidad. Desigualdades sociales generadas por las diferencias económicas. Nadie tiene derecho a ser feliz cuando come, mientras otros tienen hambre y carecen de medios para satisfacerla.
TERCERA PERCEPCIÓN REFLEXIVA.- En la mesa del rico hay pavo, pierna, bacalao y caviar; el pobre es feliz, si en la suya hay, por lo menos, tamales y buñuelos; el que tiene recursos brinda con champaña, whisky o cognac; el que carece, dice salud con sidra, tequila, tepache, pulque, mezcal o sotol, dependiendo de la región y de los hábitos de consumo; atole o un simple café. En la casa del afortunado hay abrigo y calefacción en invierno; refrigeración y clima artificial en verano, mientras que en la del desgraciado, las Personas se conforman con braceros y calentones para soportar el frío y con abanicos de cartón para ahuyentar el calor.
En el guardarropa del potentado hay abrigos, trajes, camisas y pantalones; zapatos, botas, tenis y pantuflas; en tanto que en el ropero del desafortunado sólo un pantalón, una camisa y un modesto par de zapatos. Las comodidades del rico contrastan con las carencias del pobre. Los discursos de los políticos retumban en los oídos de la gente: "Que nadie tenga lo superfluo mientras haya quien carezca de lo necesario". Demagogia pura.
Tengamos conciencia de que necesitamos cambiar. El mundo cambiará positivamente, si empezamos a cambiar nosotros en ese sentido.