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PEQUEÑAS ESPECIES

"LA RIQUEZA DE MI PROFESIÓN"

En una ocasión, un cliente al darse cuenta que la clínica donde trabajaba se encontraba a tiro de piedra de la casa de un servidor, dándose cuenta de lo afortunado que era, me preguntó si alguna vez había trabajado en el campo.

Por lo regular a los veterinarios nos relacionan con ranchos ganaderos, establos lecheros o simplemente en el área rural, inmediatamente las imágenes de antaño vinieron gratamente a mi mente cuando inicié mi profesión.

No fue fácil, ya con mis hijos en la escuela, tuve que volver a las tareas escolares al realizar estudios de postgrado, la primera especialidad la hice en bovinos, cuando atendía esta especie en los agostaderos de Mapimí, Dgo. Y la segunda cuando me dediqué a perros y gatos, dejando de conducir varias horas durante el día.

Cuando trabajaba como veterinario rural, tenía veintidós años de edad a unos días de haber egresado de la escuela sin experiencia alguna, solo con la teoría de los libros y las enseñanzas de mis maestros, pero con todas las ilusiones de iniciar mi profesión que durante años había estudiado, recuerdo que mi único temor era enfrentarme a enfermedades exóticas y no poder diagnosticarlas.

Atendía todas las especies de animales domésticos en un pintoresco poblado del estado de Durango, Súchil, tenía que transportarme en tres camiones para llegar a mi destino a varias horas de casa, donde mi primera noche la pasé en un salón abandonado en compañía de una familia de murciélagos.

Mi primer consulta, fue una cesárea en una cerda que llevaba dos días en trabajo de parto, se encontraba deshidratada y en malas condiciones, la única solución era operarla, aceptaron sus dueños, una familia muy humilde, las crías se encontraban sin vida y la paciente horas después falleció.

Después de haber esperado durante años este momento, de iniciar mi profesión con el mayor de lo éxitos fue todo lo contrario.

Recuerdo que esa noche hablé por teléfono con mi padre, traté de no mostrar mi desaliento, pero estoy seguro que captó mi estado de ánimo, me comprendía perfectamente y me dijo con el mayor de los optimismos; estás iniciando tu profesión y es normal encontrar altibajos, estas bien preparado y saldrás adelante, si deseas regresar a casa está bien, siempre tendrás nuestro apoyo y cualquier decisión que tomes será la adecuada.

Volví a sentir la adrenalina por mis venas, si iba a claudicar con esas nimiedades realmente no estaba hecho para mi profesión. Permanecí meses trabajando en el histórico valle del Súchil, cada vez tenía más pacientes al darse cuenta la gente de los poblados aledaños de mis servicios, atendiendo de todas las especies animales de la región.

Una de las experiencias que guardo con agrado, fue haber diagnosticado y confirmado un caso de Rabia, en una paciente porcina, que pudo haber sido el foco de contagio a una familia muy humilde de siete pequeñines, que en esos años era común la "Hidrofobia" en humanos.

Después de unos años, cambié de ubicación de trabajo al histórico poblado de Santiago de Mapimí para acercarme a casa. Regresé después de unos meses para despedirme de aquellos mágicos lugares del valle de Súchil, me recibió el Dr. Antonio Escandón Rentería, quién ocupó mi lugar de trabajo, colega de gran experiencia y excelente amigo hasta la fecha, egresado años antes que un servidor.

Me felicitaba por la labor desarrollada en las comunidades con el medio ganadero, solo sonreí, mi colega tenía un excelente carácter y quería hacerme sentir bien, al notar mi incredulidad, me dijo muy solemne y formal, en serio te lo digo, te felicito por tu trabajo de veterinario, todos se expresan bien de ti y se encuentran satisfechos con los resultados que lograste, de todo corazón te lo digo, me has dejado un gran compromiso.

Me conmovió y le agradecí recordando estas palabras muy acertadas, "Pocos hombres tienen la fuerza y el carácter para alegrarse del éxito de un amigo, sin sentir cierto celo".

De regreso a casa, durante el camino al ver el ganado en aquellos extensos campos adornados de mezquites, huizaches, palmas, nopaleras y pastizales, los aromáticos pinos en los lugares más altos de la sierra, donde atendí docenas de partos de crías con dificultades al nacer, vacas moribundas con "Fiebre de leche" que con la aplicación de calcio se levantaban en segundos por arte de magia, combatir aquellos brotes de Pasteurelosis en caprinos, cesáreas en el ganado mayor para extraer las enormes crías, cirugías para extraer objetos raros del interior del estómago de las vacas, castraciones de becerros, cerdos y caballos, tantas vivencias pasaban por mi mente.

Valió la pena haber permanecido y vencer mi primer obstáculo de aquella cesárea que realicé cuando recién llegué. Sonreía mi autoestima, recordando esas imágenes de hace cuarenta y seis años, siendo esa, la mayor riqueza de mi profesión… "Reestablecer la salud a los animales".

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