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Planeta futbol

JUAN VILLORO

El 14 de julio se celebraron dos finales del espectáculo más lucrativo del planeta. Para no interrumpir los calendarios de las ligas, la Eurocopa y la Copa América se disputaron a temperaturas de invernadero. Durante los himnos los futbolistas ya sudaban la camiseta. La atmósfera se prestaba para cultivar orquídeas, no para correr tras la pelota. Aun así, hubo destellos que en otros tiempos habrían sido acreditados al milagro. ¿Cómo explicar la redención de James Rodríguez? Después de años dedicados a sacrificar su talento en el altar de las discotecas, se convirtió en el virtuoso que ya nadie esperaba.

Otro episodio fue digno de La leyenda dorada que Santiago de la Vorágine escribió en el siglo XIII. Nuestra burda época de algoritmos aún produce misterios que los descreídos llaman "coincidencias". En 2007, la Unicef organizó un sorteo para que niños de la ciudad catalana de Mataró se retrataran con figuras del Barcelona. La diosa Fortuna decidió que un bebé de dos meses, de nombre Lamine Yamal, posara junto a Lionel Messi. Hasta aquí todo se explica por el azar. Pero la escena retratada fue un sacramento: Lionel bañó a Lamine y acaso lo ungió de la energía que Aquiles recibió en el río Estigia al ser sumergido por la diosa Tetis.

Esta interpretación es dichosamente incomprobable, pero algo resulta cierto: en un ámbito de fichajes millonarios nada vale tanto como el balde de agua que unió a Lionel y Lamine. Para perfeccionar el enigma, el día en que el español anotó un gol de embrujo para que su selección pasara a la final, el argentino contribuyó a que la albiceleste hiciera lo propio. Luego, Cronos confirmó que sus favoritos son sucesivos: Lamine alzó el trofeo al mejor jugador joven de la Eurocopa y Lionel salió de la Copa América cojeando y bañado en lágrimas. El primer título del novato coincidió con el que quizá sea el último del veterano.

Este episodio singular contrasta con las banalidades del futbol. A diferencia de las mujeres, que se concentran en jugar, los varones han adquirido dos intereses ajenos a la pelota: la coquetería y la simulación. Como no tengo espacio para hablar de los tatuajes que algún día descifrarán los epigrafistas, me concentro en el festival de peinados. El suizo Manuel Akanji llegó a la concentración en compañía del estilista que cuida su chistorra capilar.

Como la idea de belleza es subjetiva, el alemán Andrich salió a la cancha con un peluche rosa en la cabeza y el español Cucurella con una melena a la que parecían haber contribuido diez personas. La peluquería se ha vuelto tan relevante que la Federación Alemana contrató a un genio de la tijera con nombre de rap: Mustafa Musti Mostafa, conocido por sentar en su sillón a Cristiano Ronaldo.

Gracias a un invento prodigioso, el espejo, los futbolistas se cortejan a sí mismos. Ahmed Alsanawi, estilista del Reino Unido, diseña las cejas y los cráneos de Bellingham, Foden y Mbappé. El hecho de que sus clientes parezcan salidos de un hospicio revela que el lujo puede ser precario. Otros gladiadores apuestan por la sobreproducción: el francés Giroud y el argentino Lautaro no parecen llegar del vestidor sino de la sala de maquillaje.

Igualmente notoria es la capacidad de fingir o exagerar faltas. La ridícula conducta de Neymar es ya una moda planetaria. Un jugador recibe un rozón en la pierna y finge un descalabro; rueda varios metros, patalea y golpea el pasto con desesperación. Cuando el utilero le pasa una esponja por el rostro, vuelve a caminar como si nada. La farsa se repite una y otra vez.

Para colmo, los árbitros son incapaces de amonestar por faltas pequeñas pero reiteradas. Esto permitió que en el partido Brasil-Uruguay se cometieran 41 infracciones. ¿Y qué decir de los jalones de camiseta? Si el reglamento se aplicara, los equipos se quedarían sin jugadores en cinco tiros de esquina.

La coquetería y el fingimiento amenazan la variante masculina de un deporte que las mujeres juegan con nobleza. ¿Cómo se explica, entonces, la pasión que llena los estadios y que llevó a aficionados colombianos a colarse a la final de la Copa América por los ductos de aire acondicionado?

A veces el futbol vuelve a ser mágico. ¿Messi dio a Yamal un baño profético? Eso resulta inexplicable.

Pero el gol de Yamal ante Francia resulta más inexplicable.

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