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Convivir con el fuego es parte de la vida. En cada casa hay una cocina. Mucha gente tiene alma de parrillero. Y qué decir de hábitos como el de fumar, que reclama cargar con cerillos y encendedores.
La idea general es que la exposición al fuego y la opción de sufrir quemaduras está muy presente en la vida cotidiana.
Esto es especialmente cierto si se piensa en otras fuentes de energía calórica como la radiación solar, la corriente eléctrica, líquidos calientes, vapores, metales, vidrios y otros objetos que alcanzan temperaturas elevadas, o bien químicos fuertes como ácidos, lejía, solvente de pintura o gasolina.
La ciencia clínica describe a la quemadura como un daño en el tejido producto de un calor mayúsculo.
Quemarse puede representar un problema médico menor o bien constituir una emergencia en toda regla donde la vida corre peligro.
¿Cómo se tratan las quemaduras? Esto depende de la zona del cuerpo afectada y de la gravedad de la lesión. Por ejemplo, quemaduras solares y escaldaduras menores generalmente son tratadas en casa y no suelen acarrear ninguna complicación.
Quemaduras profundas o extendidas, en cambio, exigen una atención médica inmediata y una supervisión constante de parte de profesionales clínicos.
Algunos pacientes llegan a requerir tratamiento en centros especializados, así como meses de seguimiento terapéutico.
TIPOS DE QUEMADURAS
Las quemaduras se clasifican según la gravedad de las heridas sufridas.
Una de primer grado es su forma más leve, sólo se afecta la epidermis, es decir, la capa externa del organismo. Puede causar tanto enrojecimiento como dolor.
La de segundo grado, en cambio, afecta tanto la epidermis como la dermis, es decir, la segunda capa de la piel ocasionando que esta se vea roja, blanca o manchada, además de hinchazón. No es inusual que se formen ampollas y que el paciente llegue a padecer un dolor intenso. Estas quemaduras pueden dejar cicatrices.
En el tercer grado, la acción calórica alcanza la capa de grasa bajo la piel. Las zonas quemadas pueden quedar de color negro o blanco o marrón. En ocasiones, la piel adquiere una apariencia coriácea. Estas lesiones son tan severas que pueden destruir los nervios, lo que se traduce en sensación de entumecimiento.
La extensión del área dañada es un indicador de cuándo pedir ayuda. Hay que ir al médico siempre que las quemaduras abarquen un área grande del cuerpo, buena parte de las manos o de los pies o de la cara, una articulación principal, y así.
También se recomienda acudir a un profesional de la salud si las quemaduras hacen que la piel se vea áspera o si la acción calórica afecta todas las capas de la piel o incluso tejidos más profundos; o cuando la zona afectada tiene un aspecto carbonizado o con forma de parche negro, o marrón o blanco.
Además, hay que estar atentos a la presencia de signos de infección, como secreciones de la herida o aumento del dolor, ampollas grandes que no se curan en un par de semanas, o la irrupción de síntomas tan nuevos como inexplicables.
RIESGOS TRAS UNA QUEMADURA
Las quemaduras profundas o generalizadas pueden acarrear complicaciones de consideración, como una infección bacteriana, que a su vez puede ser la detonante de una sepsis (cuando el organismo produce una respuesta inmunitaria desbalanceada, anómala, frente a una infección).
Otros problemas que pueden presentarse son los siguientes:
- Una pérdida de líquidos que traiga consigo una hipovolemia (cuando el porcentaje líquido de la sangre, el plasma, es demasiado bajo).
- Una temperatura corporal peligrosamente baja (hipotermia).
- Problemas respiratorios por el ingreso al organismo de aire caliente o humo.
- Cicatrices o áreas estriadas causadas por un crecimiento excesivo de tejido cicatrizal.
- Problemas óseos y articulares, como cuando el tejido cicatrizal provoca acortamiento y tirantez de la piel, los músculos o los tendones (contracturas).
¿QUÉ HACER PARA EVITAR QUEMADURAS?
Para reducir el riesgo de sufrir quemaduras en el hogar conviene adoptar medidas: controlar los productos que se usan al cocinar, mantener los líquidos calientes fuera del alcance de niños y mascotas, no fumar en la cama, o tener un extinguidor en cada piso de la casa.
Buena parte de las recomendaciones son, de hecho, cuestiones de sentido común, como ubicar los electrodomésticos lejos del agua.
Si hay niños pequeños en el hogar hay que cubrir los enchufes de la luz con tapas de seguridad cuando no son utilizados, no calentar el biberón en un microondas y controlar la temperatura de los alimentos antes de servirlos a los infantes.
EVALUAR LA GRAVEDAD DE UNA QUEMADURA
Para evaluar la gravedad de una quemadura se practica un examen de piel. Las quemaduras leves, ya se ha comentado, suelen sanar en un par de semanas y pueden tratarse en el hogar. Las graves son un asunto muy distinto. El tratamiento puede implicar medicamentos, vendaje de heridas, terapia y cirugía.
Por lo general, cuando la lesión abarca más del 10 por ciento de la superficie total del cuerpo se decide trasladar al paciente a un centro especializado en lesiones por calor.
Los objetivos de la intervención clínica son controlar el dolor, extraer el tejido muerto, prevenir la infección, reducir las opciones de que se formen cicatrices y recuperar el funcionamiento orgánico normal.
En centros especializados se emplean injertos de piel para cubrir heridas grandes. Los pacientes, además, pueden necesitar apoyo emocional y meses de cuidados de seguimiento, con prácticas de fisioterapia.
Para ayudar a los pacientes pueden emplearse tratamientos basados en agua, para limpiar y estimular el tejido de la herida.
Otra medida recurrente es ayudar a la persona a prevenir la deshidratación, muchas veces se administran líquidos por vía intravenosa para que los órganos no sufran.
También se suelen prescribir medicamentos para el dolor y la ansiedad, ya que la cicatrización de las quemaduras puede ser un proceso difícil.
Otra medida frecuente es el uso de ungüentos y cremas para ayudar a la cicatrización de las heridas y prevenir infecciones.
Como puede verse, las quemaduras no son un asunto que deba subestimarse.