"No importa quién vota, ni por quién. Quien cuenta los votos es quien lo decide todo".
Josef Stalin
En medio de un ambiente previo caldeado por la violencia, la incertidumbre y que dejó a la ciudadanía en México poco más que insatisfecha, las elecciones federales para elegir al nuevo Presidente de la República terminaron siendo un caos más allá de lo que incluso los analistas más pesimistas se hubieran aventurado a anticipar.
Pese a que la participación ciudadana fue ejemplar y concurrida, visible no solo a través de los muy distintos medios sino también en las calles y hasta en lo que reportaron algunos observadores electorales, la disparidad empezó a imponerse en los números inmediatamente después de las primeras horas de la madrugada y en el conteo de las entidades federativas.
Con un extraño retraso de más de dos horas en el PREP, con cerca de 230 casillas que no se abrieron en el país -algo que no se había visto nunca antes- y un faltante de más de 600 capturistas, el conteo empezó no solo tarde sino levantando sospechas bastante fundadas por parte de los electores, los candidatos y los representantes de los partidos políticos en el país desde el momento mismo en el que además de la lentitud referida, se empezó por contabilizar primero solo a las entidades federativas del sureste -aquellas que padecen mayor rezago del país- y que es justo en donde el Régimen suele tener su mayor número de votantes cautivos entre el clientelismo populista y la necesidad.
A lo anterior habrá que agregar algo que no se había visto además de una caída del sistema por más de dos horas en las que las cifras aparecieron radicalmente revertidas (favoreciendo a la candidata oficial de manera insospechada), y en un escenario de enrarecimiento en el que con voz y mano temblorosa, la nueva titular del INE salió ante los medios a anunciar como virtual ganadora a la candidata oficialista, con menos del 10% de las urnas aparentemente computadas, cuando este anunció debe hacerse una vez que se cuenta con el 85% de las mismas, y no antes.
Con reportes de urnas embarazadas, de actas alteradas, de robo de urnas y de aparición de boletas tiradas a la basura o en terrenos baldíos, estos empezaron a aparecer a partir de las primeras horas del lunes lo mismo en lugares tan distantes como Ciudad Madero, Tamaulipas; que en Zumpango, Estado de México; donde la gente comenzó a protestar a partir de este martes, acusando de manera directa y por fraude electoral a Guadalupe Taddei como titular Nacional del INE, a quien se le permitió hace pocos meses que fuera impuesta en esta responsabilidad -gracias a la irresponsabilidad imperdonable de todos los dirigentes de los Partidos Políticos que no protestaron debidamente- pese a los múltiples vínculos públicos, directos y hasta familiares que esta tiene con MORENA tanto a nivel estatal como nacional.
La situación no puede ser menos que alarmante desde el momento mismo en el que la candidata de la Alianza Opositora Va por México, Xóchitl Gálvez, ha revirado ante las presentes anomalías, cuyo número va en ascenso a medida que transcurren los días, exigiendo el escrutinio del 80% de los votos en tanto la Consejera Presidenta del INE, Taddei, se niega a ello argumentando que solo por ley permitirá un recuento superior al 60% de los mismos.
En un país como el nuestro en el que la Libertad, la transparencia y las instituciones públicas peligran, resulta sumamente grave que lo anterior se manifieste no solo de manera descarada ante la ciudadanía sino también ante los ojos del mundo que estará pendiente de lo que a todas luces se presenta para nuestro país como una regresión democrática a la segunda mitad del siglo XX, en pleno 2024.