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Deadpool & Wolverine

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HUGO J. CASTRO

Cada día que pasa, las audiencias van tomando un poder que por muchos años tuvimos los medios de comunicación masiva: la decisión. Si bien hoy por hoy los gustos de los consumidores de mensajes cambian de la noche a la mañana, ya no es solo por la fama o porque sea mostrado o seguido por la radio, la TV y este mismo medio en el cual estamos usted y yo interactuando. 

Es por ello que las audiencias cada vez son más exigentes, toleran poco a la innovación forzada y esperan ser sorprendidos de manera total, ya que de lo contrario sabemos a donde van a parar estos esfuerzos por ser tomados en cuenta por estos consumidores, es decir al vacío. 

Se estrenó Deadpool & Wolverine, una de las películas más esperadas por hordas de fans que gustan de los antihéroes, debido a que ofrecen una visión diametralmente opuesta a lo que se ha dictado como lo propio que hace un superhéroe: alguien que lucha por la justicia, que busca ser respetado por todos y en particular porque es un ejemplo.

Si bien Wade Wilson vuelve a las andadas de romper “la cuarta pared”, ahora vemos en este nuevo film cómo es su vida luego de querer someterla a cambios históricos para mantener todo aquello que es su ancla dentro de su realidad.

Sin embargo, esta realidad se encuentra en peligro de desaparecer, por lo que su viaje épico será por tratar de mantener vivo dicho entorno. 

Para ello necesita que alguien lo acompañe a realizar esta misión, por lo que, ya sin la “cadena” de 20th Century Fox y con una licencia “totalmente abierta” de los estudios de Disney hacia Marvel, Deadpool busca a Wolverine ya no para echarle en cara su destino, sino para que le apoye a como dé lugar. 

Esta licencia abierta hace que desde los primeros minutos no solo salgan el lenguaje soez, la violencia gratuita y las referencias retorcidas a la sexualidad, sino que van deconstruyendo no solo la idea del héroe, que Deadpool ha dinamitado desde su primera película (Tim Miller, 2016) y en la segunda (David Leitch, 2018), sino que también se enfoca a ir desmantelando al antihéroe no solo en función de ver si tiene la capacidad de volver en alguien bueno, sino que busca dejar de lado esa piel (literalmente) que lo mantiene tan cerca de ser aquello que Umberto Eco señalaba como los arquetipos diseñados para ser inspiración a una sociedad que consume mensajes en masa, sin cuestionar si realmente estos nos permitirían vivir en una sociedad más justa. Al ser una crítica a los ideales heroicos tradicionales, el antihéroe se puede volver entrañable porque es más cercano a lo que miles de personas viven: desde la entrevista de trabajo y el posterior rechazo, el empleo desagradable y la falta de motivación para verlo cómo la realización, las amistades y los amores que se van desgastando a pesar de que algún momento la felicidad y la pasión eran sinónimo de estos, pero sobre todo la insoportable carga de ser en este momento ese alguien a quien se va desmoronando todo porque no fue suficiente para los demás.

Es cierto, esta entrega tiene la fórmula que ha seguido, escenas de peleas que se vuelve en un festín de sangre, carne y huesos, los cameos (que emocionan al fandom del Universo Cinematográfico de Marvel y puntos circunvecinos (aprende DC, así se le da su lugar a los héroes)), así como los saltos de tiempo en la narrativa para no seguir una secuencia lineal, sino más un elemento de entrecruces que hacen que el tiempo no se sienta.

Si la trama que se va construyendo en la película es interesante, el llegar a tener a dos referentes que le dieron brillo a Fox, ambos corriendo al amparo de Disney, con todo desparpajo que representa romper las reglas más finas de los estatutos de la compañía de Walt, es también digno de verlo como una épica, pero desde el lado de los mismos estudios. 

Shawn Levy sabe contar historias, quien no recuerda la franquicia de Una Noche en el Museo, o que ya había trabajado con Hugh Jackman en Gigantes de Acero, o que hizo un buen trabajo con Ryan Reynolds en Free Guy. En esta ocasión saca todo el arsenal para ir llevando al espectador hacia no la condescendencia gratuita al ver a estos dos íconos de lo políticamente incorrecto unirse, sino a ir también deconstruyéndose así mismo, no para ser aquel que se dice que era, sino aquel que toma la decisión de ser, no solo por amor sino porque es lo que te corresponde hacer, una nueva construcción de sí mismo sin más.

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