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The Crow

The Crow.

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HUGO J. CASTRO

“De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”, dice la frase que hoy más que nunca se puede aplicar a esta película, que en su contexto de origen podría ser una narración que trascendiera, pero parece que solo en intento. Pero antes contextualicemos un poco. 

Imaginemos que de pronto a todo el mundo le entró la necesidad de retornar al pasado, como Marty McFly de Volver al Futuro, es decir, queremos regresar 30 años. Así que aterrizamos en 1994 (que por cierto, otra acotación si hoy tienes más de 47 años, tú eres George McFly y no el joven Michael J. Fox), para encontrarnos con aquellos años 90’s y su desparpajo, en donde éramos producto del postmodernismo, donde no había límites, prohibido prohibir, nos íbamos de lo popular a lo gótico en un parpadear de ojos, de cantar The Sign de Ace of Base en el antro a mover la cabeza con Zombie de The Cranberries, y sentirse algo “alternativo”. Y entonces en cartelera nos llegaba una película de culto, The Crow, una adaptación del cómic creado por James O’Barr y que fue el filme que sacudió a Hollywood debido a la muerte en el set de filmación del protagonista Brandon Lee, hijo del legendario Bruce Lee. 

La historia gira en que al momento de filmar una escena en donde el actor Michael Massee le dio un disparo con una bala real, que se había quedado en el cañón de la pistola luego de una toma anterior, al no verificar que todo estaba en orden, Massee dispara y hiere en el estómago a Lee, al ver los productores que no se levantaba lo envían al hospital donde no pudo resistir, según versiones en internet a 17 días de su boda y a ocho de terminar la filmación. Luego de esto, se quiso detener la filmación, ya que todos habían quedado afectados por la situación. Pero como ya sabemos, Hollywood huele dinero y va sobre la idea, así que el director Alex Proyas termina las escenas que faltaban de Brandon con un doble, ahora sí, y en postproducción se harían modificaciones si salía el rostro de este actor. Homenajes, velas, lágrimas y muchas emociones generó esta primera entrega, al punto de que todos dijeron no volvería a pasar que maten a una persona en un set, que nunca un protagonista o antagonista moriría antes de ver el éxito de su actuación y que The Crow ya no se volvería a realizar otra por respeto a Brandon Lee (de todo esto, nada se cumplió). Así llegamos a la sexta película de esta saga.

Las cinco primeras (dos se estrenaron en el cine y tres fueron directamente a video, aunque se pasan todavía en algún canal de cine por cable o bien se encuentran en streaming que ofrecen catálogos de diversas películas), trataron de basarse en la visión de Proyas, con ciertos tintes de gótico, aunque a veces se iban por el lado de una visión muy parecida a The Sin City, sin embargo, ninguna tuvo el éxito o mínimo que pudiera obtener una buena recepción. Por ello, esta nueva versión, dirigida por el británico Rupert Sanders, más conocido por haber tenido un affaire con la protagonista de Blanca Nieves y el Cazador, Kristen Stewart, durante la filmación, parecía que sería una apuesta interesante.

Además de que el camino para retomar esta historia fue muy tormentoso, ya que desde 2008 se trató de filmar, anuncios de directores iban y venían, así como de posible protagonista. Finalmente, se dio luz verde y Zach Baylin fue quien tuvo en sus manos la responsabilidad de hacer una historia creíble, que pudiera tomar cierta distancia de la visión de Proyas, para contextualizarla en el tiempo actual, pero falló.

En gran medida porque quisieron alejarse tanto de la sombra de Brandon Lee, que no pudieron escapar de esta, ya que por más esfuerzo que haga Bill Skarsgård (el Pennywise de It) no alcanza tan siquiera acercarse a ser un personaje comestible. 

Ni que decir de la cantante-“actriz” FKA Twigs, que se queda en un intento de todo, desde de tener sentimientos, de cantar, de amar y hasta de actuar. Quien levanta un poco el barco, pero no lo suficiente es el veterano Danny Huston, quien muestra cómo debe de tratarse a un villano cuando se tienen los recursos. 

Por cierto, la violencia explícita va de la mano con la visión total de la película y su propuesta de imagen, no por el concepto de “vamos a volvernos bien Tarantino y llenemos la pantalla de sangre”. Desgraciadamente, no podemos volver al pasado para salvar a Brandon Lee, el mismo Proyas pidió a los productores que ya dejaran de planear esta película por respeto a Lee; pero tampoco podemos regresar el tiempo para que no se hiciera esta producción.

Hace unos días vi un comentario en la red social X, en el cual se mencionaba que “los críticos ya no pueden decir qué ver y cómo verlo en cuanto a las películas”; sin embargo, y por más época democrática que vivamos en donde todas las voces deben de ser escuchadas, yo siempre pelearé porque esas voces tengan eso, una voz, una personalidad, una narrativa que pueda ser decodificada, de lo contrario son balbuceos huecos que llenan los bolsillos por la nostalgia de algunos que aún quisiéramos ser más Marty McFly, pero ya estamos más fregados que el mismo Biff Tannen.

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