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HUGO J. CASTRO

El cine como experiencia sensorial se ha ido transformando en los últimos años, al punto de que muchos de nosotros espectadores nos entusiasman regresar a las salas para que el director en turno nos vuele la cabeza, ya sea con el uso (a veces abuso) de los efectos especiales. Así han surgido carreras y hasta franquicias, utilizando un lenguaje tan básico, que entonces también nosotros, como parte de la ecuación de esta experiencia, nos quedamos con lo básico. 

Por ello, una propuesta que pueden inquietarte en el asiento de esa sala oscura, convierte a una película en memorable y hasta de culto. Porque no es solo el reto de mantenernos al filo de la butaca, no es solo otorgarnos de nueva cuenta la sensación de vulnerabilidad, sino el saber que no existe una red de seguridad donde vayamos a caer de manera segura, sino que es solo un largo caer sin saber dónde está el fondo. Se estrena en nuestro país la película que ha generado, como toda película que trasciende en la historia de este arte, las posiciones más contrarias en los espectadores de todo el mundo. 

Grandes directores como Guillermo del Toro han alabado la osadía de Osgood Perkins, actor y director estadounidense, que llega a verter en el lienzo de la pantalla una obra que puede ser comparada con la locura sin fin de un Jardín de las Delicias. Oz Perkins, hijo delmítico Anthony Perkins (quien en los años 60s aterró al mundo entero con su interpretación de Norman Bates en Psicosis de Alfred Hitchcock), nos presenta su historia Longlegs, que más allá de las referencias al cine estadounidense de los últimos 60 años, esta obra no se queda en el homenaje, sino que va más allá.

El director entiende que el cine no es solo la sorpresa y el susto, sino que toma el lenguaje cinematográfico para ir bordando, con un estilo personal y hasta artesanal, una historia que si bien ya se ha contado en más de una ocasión, Oz trata de mostrar lo que ha aprendido de los grandes, desde el tío gordito Alfred, Jonathan Demme, David Fincher, DePalma, David Lynch, el cine undergound de los 90’s (que dicho sea de paso el director actuó en Legalmente Rubia con Reese Witherspoon), y hasta los trazos de Wes Anderson. 

Es por ello que la historia, que inicia con la investigación de varios asesinatos de familias que se le encarga al agente del FBI, Lee Harker, puede parecer que va a un ritmo lento, ponderando más a la cámara, a pesar de que en los primeros minutos el impacto es brutal. Pero el director pondera en que “veamos” el cine, que “escuchemos” la ambientación del entorno, “otorguemos” a este universo la probabilidad de sacarnos de nuestra monotonía para irnos adentrándonos a lo peor del ser humano. Se asemeja al sentirnos un poco como Dante bajando por los círculos del infierno, pero sin acompañante ni tampoco una motivación real (el escritor italiano buscaba a su Beatriz). Es por ello que la incomodidad hará presa a más de uno de los espectadores, porque ese es el camino que decidió Oz seguir con su historia, ya que también es el guionista.

Pero para este viaje, Oz se hace los servicios de Nicolas Cage que se ha puesto como convicción lograr romper con todas las expectativas que se han creado alrededor de su carrera. En esta ocasión se vuelve en un monstruo que impone miedo no solo con la caracterización, sino con la expresión, con la voz, con la mirada.

En esta historia le da un matiz a la exageración que puede ser vista como ridiculez o como excelsitud, como ha sido el trabajo de Cage. Respetó la idea de Perkins, al punto de dar sugerencias que dan como resultado una actuación que forman parte de los íconos del terror. Sumado a Cage, aparece como protagonista apareceMaika Monroe, quien está a la altura del elenco que integran Blair Underwood y una enorme Alicia Witt en el papel de la madre de la detective Harker. 

Es cierto que en la historia también hizo menciones a las herencias que tiene Oz, como la imagen del desagüe de un baño como en la legendaria escena de baño de Psicosis, introduce imágenes con cortes milimétricos capaces de no dejar en paz a nuestros sentidos, en un tiempo en donde invadidos por la información hemos dejado de sentir. Esta puedo decir que es la mejor película del año, dejando un impacto en nuestra memoria y que merece ser vista como una experiencia, buena o mala, depende de usted.

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Escrito en: Quiero Palomitas Columnas espectáculos Hugo J. Castro

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