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Quiero palomitas

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HUGO J. CASTRO

Es verdad que el director estadounidense Tim Burton es un gran virtuoso de la dirección debido a las grandes obras que nos ha entregado a lo largo de su carrera. Porque el haber logrado combinar los sentimientos y el pequeño matiz de ideas retorcidas, poderlos mantener sin que uno se imponga al otro, sino hacer una síntesis de ambos lados de la moneda, han convertido a su obra en parte de la historia del cine global.

Hace 40 años empezó su aventura en el cine con su corto Frankenweenie (1984) que es sin duda la base de gran parte de su obra, la buena intención de hacer el bien, pero por caminos misteriosos, peligrosos y hasta siniestros. Cuatro años más tarde haría un proyecto que voló la cabeza de propios y extraños, Beetlejuice (1988), junto a sus primeros actores fetiches, es decir, Michael Keaton y Winona Ryder. 

Y si algo tiene el cine de Burton es el ser un cine que logra engrandecer a sus elencos, al punto que sus personajes e interpretación se vuelven memorables. Es por ello que pudo contar con su actor moldeable en la figura de Johnny Depp, en la misma Winona como su arquetipo del amor puro, Keaton que fue primero un fantasma retorcido y luego el Caballero de la noche, su siempre presente (hasta que se metió una rubia inesperada) Helena Bonham Carter.

Y durante los 80, 90 y 2000, todo lo que hacía Burton tenía repercusiones a nivel mundial, hasta que llegó la década de 2010, en donde su talento, su magia y hasta su talento fue cuestionado, a tal punto que luego de ser un Rey Midas, se fue convirtiendo en alguien que solo hacía una película para estar vigente, más que mostrar su talento. Por eso, este nuevo viaje llamado Beetlejuice Beetlejuice traía consigo varios retos y riesgos. 

Es cierto que los estudios están apostando a la nostalgia de las generaciones que vieron las últimas historias hechas para el cine y que pudieran tener vigencia en nuestra mente colectiva, en donde guardamos los recuerdos que poco a poco se vuelven entrañables. Además de tratar de adaptar a las nuevas generaciones elementos de referencia para poder entender un poco este universo de seres pintados en rayas negras y blancas.

Solo regresan a esta película Keaton, Ryder y la poderosa Catherine O’Hara, quien de alguna manera su personaje de Delia Deetz, madrastra de Lydia (Winona), es en gran forma la base de otro gran personaje que ella interpretó, pero para la televisión, la excéntrica actriz venida en desgracia Moira Rose de la multipremiada Schitt’s Creek. De hecho, quienes vimos la serie veremos algunas referencias a este personaje, dando un gran valor a O’Hara debido a su versatilidad, pero en particular los recursos que ha tenido para la comedia. 

Se agrega al elenco la estrella juvenil Jenna Ortega, Merlina de la serie de Netflix, quien ahora llevará la batuta de ser la adolescente que se confronta a la imposición de su madre Lydia, a quien odia por no atenderla a ella, pero sí a los muertos con los que puede hablar. Pero, si algo tuvo la interpretación de Wynona en Beetlejuice es que ella se llevó la película frente a actores de más experiencia como Alec Baldwin (quien no está por sus problemas legales por un incidente con armas), o Geena Davis, quien tampoco apareció en esta película debido a que Burton quería enfocarse más en otros elementos. Y por si otros elementos le llamamos al amor, hay que aceptarlo, el cine de Burton necesita de musas, es por eso que la llegada de Monica Bellucci a la vida del director le da una nueva forma de conocer este sentimiento, dejando a un lado su forma estadounidense de narrar historias y volverse un poco más europeo. 

Es cierto que a pesar de que Keaton es el mismo Beetlejuice, que esta ocasión es más incisivo, molesto y hasta perturbador para el común de los mortales, quiso abrir varios frentes que por momentos se agradecen, pero otros parecen que están de más, dejando un sabor como de no ser tan necesarias ciertas referencias, en particular porque se pueden prestar a pensar que se hicieron con tal de hacer una bendita inclusión a como diera lugar.

Se puede decir que esta película es en cierta manera un agradecimiento de Burton y sus actores, por lo que representó en sus carreras haber participado en esa película de 1988. Pero aun con el gran desempeño de actores como Willem Dafoe, la misma Bellucci, puede ser que la conexión con los nuevos públicos sea algo complicada y que para la nostalgia de quienes vimos la primera parte sea limitada a las frases básicas de esta historia.

Sin embargo, Burton se dio permiso de ser más retorcido de la manera menos pensada para sus fans. Cumple con el factor positivo de que desempolva nuestras memorias para tratar de hacernos conscientes de que Beetlejuice nos pertenece a las generaciones que se iban a encargar del cambio, pero que desgraciadamente están viendo cómo sus entornos seguros se diluyen poco a poco. Según versiones periodísticas, esto es lo mejor que ha hecho Burton en los últimos 20 años, pero tengo mis reservas porque creo que retomó su propia creación para expandirla hacia otros horizontes, pero en ocasiones la misma narrativa se queda con más ideas en el tintero que en la pantalla.

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