Quiero Palomitas
El placer ya no es asunto solo del hombre. En un mundo donde la idea del placer se basa en la visión falocéntrica, se viene abajo no solo por el empoderamiento de la mujer, sino por las infinitas posibilidades que significa alcanzar la satisfacción.
Esta es la premisa que se distribuye en Babygirl de la directora y actriz neerlandesa Halina Reijn, quien esta ocasión hace una exploración de la sexualidad femenina que se ve en la disyuntiva de alcanzar la madurez como madre, profesionista y esposa, pero a la vez sentir desde lo más profundo el placer no solo a través del orgasmo (en cierta medida la base de lo que significa la satisfacción), pero en particular de la idea de alcanzar el éxtasis sin tener la carga de la culpa o bien del aspecto de la mancha, como si en la teoría de la moralidad todo se basará en la visión maniquea de lo bueno y lo malo, lo saludable y lo enfermizo, la fidelidad y la traición, la salvación y la condenación.
Como todo en esta vida, la historia inicia con el "orgasmo", la explosión al que nuestro cuerpo se entrega por lo regular en el encuentro sexual (aunque no es la única vía). Sin embargo, acto seguido Romy, nuestra protagonista interpretada por una gran Nicole Kidman, busca llegar al éxtasis tan anhelado a través del porno. Si bien es parte de un mundo actual en donde el contenido para adultos ha penetrado el interior de nuestros hogares y de nuestras alcobas.
De ahí que la vida con su esposo, el director de teatro Jacob, un Antonio Banderas que guarda su papel de macho alfa para mostrarse vulnerable al punto de que su exquisitez por demostrar a partir del arte su vida, se aleja del mito del hombre-que-resuelve, para ser el hombre-que-entiende pero cediendo el control a su relación y con ello a todo su entorno.
Romy, una directora ejecutiva exitosa de una firma que apuesta por la automatización de proceso de logística en donde se utilizará la robotización con miras a la implementación de la inteligencia artificial, se encuentra con Samuel (Harris Dickinson) un joven becario que se irá metiendo en la vida y en las experiencias de la protagonista.
Ambos iniciarán un recorrido no hacia los infiernos, como lo veríamos en otros tipos de películas con mensaje de reivindicación, sino que será una caída libre, tope a donde tope.
El guion de la misma directora está bien estructurado. Posiblemente, para muchos el melodrama podría quitarle méritos a la historia; sin embargo, la perspectiva de Halina Reijn trata de afrontar el "tabú" de la sexualidad femenina no de manera simplista o "efectista" en donde el castigo sería lo que ya hemos visto desde el texto bíblico de Eva y su caída a la tentación, así como muchos textos antiguos de otras culturas donde señalan que la intimidad del placer femenino conlleva la expulsión o la señalización de la impureza que significa la vida de esta persona, sino que confronta a la falocracia no con miedo sino con la idea de que en este mundo no hay un elemento de superioridad dada por la disposición de nuestros cuerpos, sino por la disposición de lo que vivimos.
La fotografía de Jasper Wolf y la edición de Matthew Hannam son muy relevantes en esta película, que va más allá de lo convencional, por lo que no es extraño que haya sido producida por A24.
Sin duda, es una buena propuesta visual desde la perspectiva femenina, pero que busca englobar, no rechazar o diferenciar. Una película para mujeres que todos los hombres debemos de ver y entender.