No pueden pasar inadvertidas las afirmaciones del secretario general de Naciones Unidas al presentar las prioridades para 2024 a la Asamblea General. "Mientras los conflictos arrecian, las divisiones geopolíticas crecen, la polarización se profundiza, los derechos humanos son pisoteados, las desigualdades estallan y nos burlamos de la naturaleza, al tiempo que el mundo persigue su adicción a los combustibles fósiles.". Estas aseveraciones no son la reiteración, por acumulación, de tantas malas noticias catastróficas. Quienes piensen que el experimentado diplomático portugués exagera, se equivocan. Efectivamente nuestro mundo ha entrado en la era del caos. Un breve recuento sobre lo que está sucediendo, sobre lo que como humanidad estamos haciendo o dejando de hacer, permite constatarlo.
En el actual mundo multipolar prevalece la fragmentación. Está en curso la desglobalización y entre otras consecuencias, se han ido ahondando y extendiendo las diferencias. Las más de las veces, el diálogo, las negociaciones diplomáticas, la solución de las controversias, la cooperación en favor del desarrollo, mecanismos destinados a resolver los problemas mundiales están ausentes o no prosperan. Se ha instalado una peligrosa e impredecible ley de la selva en la que priman la injusticia y la impunidad. Muchos gobiernos ignoran o socavan los principios del multilateralismo. Algunos han decidido deliberadamente dejar de acatar las normas del derecho internacional o hacerlo en forma selectiva. En la aldea global, no rinden cuentas a nadie, a sus gobernados, tampoco ante las instancias internacionales creadas precisamente para procurar una convivencia internacional basada en reglas.
La desbocada emergencia climática y las fracturas geopolíticas definitorias de nuestro tiempo siguen agravándose. Urge dejar de hacer la guerra a la naturaleza, cesar de lanzar emisiones que provocan la implosión del régimen climático, arruinando la atmósfera planetaria. Debemos dejar de diezmar la biodiversidad, de envenenar y contaminar la tierra, el mar, los ríos y el aire. Urge que los hombres dejemos de matarnos. Debemos ocuparnos de la ardua construcción de la paz y no sólo preocuparnos por la destrucción y las guerras. Como humanidad estamos obligados a recuperar el sentido, a garantizar el derecho a vivir en paz, con dignidad. Necesitamos hacer las paces con nuestro planeta, antes de que sea demasiado tarde.
Los conflictos siguen proliferando. Hay cruentas guerras locales, regionales e internacionales, violencia política intestina en muchos estados, viejas confrontaciones, guerras de conquista, expolio y desgaste destinadas a arrasar con poblaciones, derrocar o perpetuar gobiernos, imponer autoridad por la fuerza militar, apropiarse de territorios, mares y recursos. El uso de armas nucleares, de nuevo, es una amenaza factible y cercana en un mundo en desorden. El Consejo de Seguridad, principal herramienta creada para preservar la paz mundial, está dividido y paralizado desde hace años. Es cierto que no es la primera vez que ocurre, pero quizás pudiera ser la peor, porque su actual disfuncionalidad es más profunda y las amenazas más graves y peligrosas. Al menos durante la Guerra Fría y después los mecanismos multilaterales establecidos contribuyeron a gestionar las relaciones y administrar las divergencias entre las superpotencias, haciendo prevalecer las responsabilidades y consecuencias internacionales. Para millones de personas, hoy las instituciones multilaterales y las organizaciones internacionales son cada día menos representativas y más agudas las desigualdades. Las necesidades humanitarias aumentan, alcanzando niveles sin precedente; sin embargo, la voluntad política para atenderlas, los compromisos para financiarlas son insuficientes.
Resulta imperativo y urgente reformar tanto el Consejo de Seguridad de la ONU como las instituciones financieras internacionales, cuya concepción, diseño y funcionamiento son obsoletos, disfuncionales e injustos, al favorecer a algunos países en detrimento de otros. Se requiere una transformación profunda tanto de la arquitectura como de la ingeniería de las instituciones globales. Esta debe hacerse a fondo, con objetivos de largo plazo, con una nueva visión y en forma integral, sin más demoras, justo cuando la mitad de los ciudadanos del mundo tendrán este año la oportunidad de elegir a sus gobernantes y constituir nuevos gobiernos. Retos colosales cuando millones de personas han dejado de creer en los procesos políticos electorales, desentendiéndose de las instituciones y permitiendo su menosprecio y destrucción, cuando las formas de gobernabilidad y organización democráticas van en retroceso.
Al haber un entorno de seguridad sumamente volátil, los gastos de defensa en el mundo han aumentado en un 9%. De los 31 miembros de la OTAN, 19 destinan ya ese porcentaje del PIB a su defensa. Europa ha decidido rearmarse, ante la perspectiva de una guerra muy prolongada en Ucrania y el posible regreso de Donald Trump. No se vislumbra un cese al fuego en las guerras en Ucrania y en Medio Oriente. A la imposición de nuevas sanciones económicas contra Rusia podría agregarse la confiscación de sus reservas externas. China continuará transformando su poderío militar para alcanzar proyección estratégica con fuerzas capaces de actuar e intervenir allende sus fronteras. Israel, acusado de cometer actos genocidas, desoye un clamor. Nada ni nadie ha podido detener su ofensiva concebida para hacernos creer que los palestinos no merecen un Estado. Se pretenden normalizar la ocupación territorial y los crímenes de guerra. Las cuantiosas ayudas militares, los ejercicios y las operaciones navales conjuntas siguen incrementándose. Washington ha prendido las alertas ante el desarrollo de una nueva arma antisatélite rusa que podría desplegarse en el espacio. Preocupan las nuevas capacidades ofensivas, cibernéticas, misilísticas y de espionaje chinas, norcoreanas e iraníes. Están a la orden del día la desinformación generalizada, la inteligencia artificial desregulada y la desconfianza entre los servicios de inteligencia.
¡Un mundo de locos!
@JAlvarezFuentes