Imagínese una familia con un esposo macho. No quiere que su mujer tenga un empleo. Quiere el control. Ella protesta. Finalmente, él le propone un acuerdo: "Puedes hacerlo siempre y cuando no ganes más del 46 por ciento del ingreso familiar. Soy el hombre de la casa y debo ganar por lo menos el 54".
La propuesta es absurda. Este macho es fiestero y pasó de noche la escuela. La mujer es trabajadora y terminó con alto promedio sus estudios universitarios. El ingreso familiar estará topado a lo que el macho borracho logre ganar.
Este es el objetivo para el sector eléctrico del gobierno. Los privados "en ningún caso tendrán prevalencia sobre la empresa pública del Estado", dice la reforma constitucional recién aprobada. La CFE deberá generar por lo menos el 54 por ciento de la energía eléctrica, amén de continuar con el monopolio en transmisión y distribución.
Algunos legisladores de Morena lo han defendido alegando que el 46 por ciento del país es mucho como para que los privados puedan crecer. Sería un experimento interesante el dividir al país con base al consumo per cápita de electricidad y que el 46 por ciento se le asignara a los privados. Supongamos que en la zona de los privados el consumo crece más rápido que en el de la CFE. ¿Tendrían que irle transfiriendo población consumidora a la CFE para no sobrepasar el tope? Esto es lo que hace inviable el modelo. No se premiará al más eficiente, sino que la CFE tendrá prioridad en el despacho, aunque su electricidad sea más cara y contaminante, como lo es ahora.
Como en la elección de jueces del Poder Judicial, se trata de una reforma que no existe en otro lugar del mundo. Tampoco hay país que tenga una sola entidad pública como Pemex con la gran mayoría de las responsabilidades del sector. ¿Por qué somos tan originales?
Porque tenemos nuestra historia y nuestros principios y no nos contaminamos con ideas que provienen del exterior, dirán quienes hacen hoy las reglas. Es absurdo sólo ver hacia atrás y no querer aprender de lo que otros hacen mejor.
Un ejemplo: Estados Unidos producía 5.44 millones de barriles diarios de crudo en el 2004, nosotros 3.38. Ellos extraen hoy 13.2; nosotros, 1.57. Texas por sí solo produce 5.7. Gracias a ello tenemos gas natural barato, aunque nos genera una dependencia profunda.
¿No valdría la pena ver qué hicieron bien y aprender? ¿Es sólo una traba ideológica? ¿No se dan cuenta de las implicaciones de sus decisiones para el país?
Más de uno en el gobierno sin duda entiende el costo que implica. Pero prevalece el interés político: no premiar el mérito y evitar la competencia. No quieren jueces que ganen su plaza con un examen, sino electos y controlados por quien tuvo el poder para hacerlos ganar el puesto. No quieren que el mejor surta electricidad, sino que la empresa estatal predomine, para tener el control sobre las empresas que la necesitan.
Hay otra gran ventaja. Este modelo le permite al gobierno repartir puestos, muchos, a los aliados que apoyaron su llegada al poder.
En una economía cerrada como la que teníamos en 1970 era posible pagar estrategias de este tipo; bueno, hasta que dejó de serlo y la economía quebró en 1982. La deuda externa del país pasó de 6,091 millones de dólares en 1970 a 87,400 millones en 1982, cuando el déficit público alcanzó 18 por ciento del PIB.
Entonces había un entorno distinto: los productores mexicanos no tenían que competir con el exterior. Hoy sí. Y el país compite con otros para atraer inversión que no destruyen su Poder Judicial ni crean cuellos de botella en una ineficiente empresa estatal de electricidad.
Sheinbaum presentó el martes ante directivos y dueños de grandes empresas una estrategia para aprovechar el nearshoring. Quiere una economía en crecimiento. Sin embargo, la lógica política ha derrotado a la técnica y están sembrando obstáculos a sus objetivos económicos.
ÁTICO
Igual que con la reforma judicial, en el sector eléctrico prevalece el interés político: no premiar el mérito y evitar la competencia.