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Retos globales de 2024

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Se fue 2023 y con él la pandemia de COVID-19. Pero, aunque la OMS puso fin a la emergencia sanitaria luego de tres años de zozobra, el SARS-CoV-2 aún genera contagios. La lección está ahí: descuidar la prevención y coordinación internacional en salud tiene un alto costo. Y éste es uno de los retos globales que tenemos para el año que comienza. Científicos lo han advertido: habrá otros brotes epidémicos con potencial de convertirse en pandemia. La comunidad internacional debe estar preparada: invertir más en investigación y prevención, fortalecer los sistemas públicos de salud y la capacidad de reacción y mejorar la coordinación entre países y la confianza institucional. Pero no es el único reto. En el horizonte de 2024 se observan otros desafíos que nos exigen concentración y enfoque. Van del plano ambiental al tecnológico, pasando por el político y el económico. Revisemos.

La Organización Meteorológica Mundial advierte que 2024 podría rebasar la temperatura promedio global de 2023, ya de por sí la más alta desde que se tiene registro. Al calentamiento terrestre propiciado por las emisiones de gases de efecto invernadero (gei) se suman los efectos del Niño que, según se pronostica, durará por lo menos hasta abril. De seguir la tendencia alcista, será imposible cumplir la meta de evitar el aumento de 1.5º C en la temperatura promedio del planeta respecto a los niveles preindustriales. El año que se fue cerró con 1.4º C más, es decir, a 0.1º C del límite fijado en el Acuerdo de París de 2015. El problema es que los esfuerzos para disminuir las emisiones de gei han fracasado por los intereses económicos creados y la falta de voluntad política.

¿En dónde debemos concentrar la atención? En el control del CO2, responsable del 64 % del calentamiento global y cuyas emisiones provienen en su mayoría de la quema de combustibles fósiles; y del metano, responsable del 16 % del cambio climático, y cuyas emisiones provienen principalmente de la ganadería intensiva. Alcanzar el límite de 1.5º C por arriba de las temperaturas preindustriales significa sequías más prolongadas, incendios forestales más frecuentes, fenómenos meteorológicos más potentes, incremento del nivel del mar y disminución de la biodiversidad terrestre y marina. Es decir, menos alimentos, más desplazamientos y pérdida de vidas humanas.

Parte de la solución al problema ambiental pasa por la cuestión económica y la agenda política. Nos enfrentamos a un mundo en proceso de fragmentación en el que la política de bloques obstaculiza el establecimiento de acuerdos vinculantes que sean más que demostraciones de buena voluntad. En el ámbito de las relaciones internacionales el reto central está en superar las divisiones que han alimentado las guerras y tensiones que se multiplican. La guerra en Ucrania cumplirá en febrero su segundo año sin que se asome hasta ahora la posibilidad de un armisticio y con la iniciativa del lado de Rusia, la potencia invasora. La guerra en Palestina se ha convertido en una limpieza étnica perpetrada por el Estado sionista de Israel a los ojos del mundo, testigo confundido y distraído de atrocidades que creíamos superadas.

Pero ambas guerras involucran a más países. La OTAN, que aglutina a 31 estados, y sus socios, respaldan a Ucrania con dinero, armas y asesoría, mientras que Rusia recibe apoyo directo de Bielorrusia, Irán y Norcorea, e indirecto de India y China. En el caso de Palestina, el conflicto ya se ha regionalizado y hoy vemos ataques en y desde Yemen, Siria, Irak, Líbano e Irán, es decir, el Eje de la Resistencia que apoya a los palestinos frente Israel, quien recibe el apoyo de EUA y algunos estados europeos. Las acciones de los rebeldes hutíes yemeníes, subsidiados por Irán, en contra de buques cargueros occidentales en el estrecho de Bab el-Mandeb a la entrada del mar Rojo, ha provocado la alerta internacional debido a los trastornos en el comercio mundial, principalmente de hidrocarburos.

Hay otros focos de tensión. En los mares de China, el régimen norcoreano se prepara para una probable guerra contra Corea del Sur, y Taiwán se pertrecha, auxiliada por Washington, ante una posible intervención de Pekín. En África, el Sahel enfrenta una inestabilidad creciente debido a una nueva ola de golpes de estado perpetrados por grupos que, más allá de sus particularidades, comparten la visión de expulsar del continente a las potencias europeas colonialistas, mientras estrechan lazos con Rusia y China. Y en América, la tensión está en la frontera entre Venezuela y Guyana por el control del Esequibo, a cuyas costas Reino Unido ha enviado un buque de guerra para disuadir a Caracas. Y todo lo anterior ocurre en un mundo en el que se ha desmoronado la arquitectura de tratados de control de armas nucleares.

Dentro de los países, el desafío radica en mantener la estabilidad en un año plagado de elecciones importantes y en medio de una polarización en aumento que allana el camino para que la extrema derecha y la izquierda populista se disputen el poder. En América, EEUU y México renovarán sus presidencias con la migración, el narcotráfico y la integración económica regional como contexto de su relación bilateral; Biden quiere impedir el regreso de Trump, y la 4T busca la continuidad con Sheinbaum. Venezuela irá a las urnas tras años de pulso político intenso entre una asediada oposición y un chavismo cada vez más duro. En El Salvador, Bukele busca burlar la constitución para mantenerse en el poder. En Europa se renovará el parlamento comunitario y la presidencia de la Comisión Europea; la migración, Ucrania, el rumbo de la Unión Europea tras el Brexit y una política exterior independiente son temas centrales de la agenda. El calendario también marca elecciones en Rusia y Ucrania, de mero trámite en el caso de la primera, pues nadie duda de que Putin gane, y de ejecución incierta en la segunda, debido a la guerra. En Asia, Modi quiere consolidar su régimen nacionalista con la reeleción en India, mientras China mira de cerca el proceso electoral presidencial en Taiwán.

En lo económico, los retos apuntan en tres direcciones. La primera tiene que ver con la consolidación de la nueva globalización regional en donde los bloques norteamericano, asiático oriental y europeo son los protagonistas dentro de un escenario de guerra comercial que ya va para su sexto año. La segunda está marcada por la construcción del bienestar social como un paradigma alternativo al del crecimiento económico, que ha primado en los últimos 40 años. Y en la tercera se inscribe la creciente concentración de capital, control y poder de la tecnoligarquía encabezada por Musk, Bezos y Zuckerberg. En este contexto, la explosión de las "inteligencias artificiales" y su potencial uso para alienar, someter o engañar debe ser un asunto de atención prioritario para gobiernos y sociedades. Que este 2024 sea de provecho y enfoque para ti.

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