La guerra en Sudán, que ha provocado la peor ola de desplazados en el mundo, cumple el próximo lunes un año. (EFE)
Tras un año de conflicto completamente eclipsado por el de Gaza y Ucrania, Sudán no se recompone de la devastación provocada por una guerra que ha asolado y dividido el país, provocando el desplazamiento de más de 8,5 millones de personas, abocando a 18 millones a las puertas de la hambruna.
La madrugada del 15 de abril de 2023, el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) lanzó ataques a gran escala contra el Ejército sudanés para hacerse con el control del país, desatando una sangrienta guerra que ha segado decenas de miles de vidas y durante la que se han registrado crímenes de lesa humanidad.
Lejos de la primera línea de las fronteras e intereses de Occidente, Sudán se ha convertido en el escenario de la peor crisis de desplazados del mundo y ha visto cómo gran parte de su infraestructura vital ha sido completamente destruida por los combates entre dos facciones que no están dispuestas a abandonar las armas.
Quién es quién
Comandadas por el general Mohamed Hamdan Dagalo -alias Hemedti-, las FAR se rebelaron contra el Ejército en medio de un proceso de integración en las fuerzas regulares, que tuvo lugar en el marco de una transición derivada del golpe de Estado urdido conjuntamente entre ambas facciones en 2021 para deponer al Gobierno civil.
Las FAR son una reconversión de la temida milicia Yanyauid, que fue acusada de cometer múltiples crímenes de lesa humanidad contra la población de Darfur, donde entre 2003 y 2006 murieron alrededor de 300.000 personas, según la ONU.
El líder del Ejército, Abdelfatah al Burhan, que también ejerce como presidente del Consejo Soberano -el máximo órgano ejecutivo tras la asonada militar- destituyó a Hemedti como su segundo y designó a las FAR como una milicia rebelde, al tiempo que juró que los combates no cesarían hasta ver la derrota de los paramilitares.
Los frentes de batalla han experimentado varios vaivenes en el último año. Las Fuerzas Armadas han retomado el control de amplias zonas de la capital, Jartum, así como del norte y el este de Sudán, mientras que las FAR siguen manteniendo su fuerza en la conflictiva región occidental de Darfur, donde el Ejército apenas les puede hacer frente.
Crisis humanitaria
La brutalidad de la violencia queda plasmada en cifras: casi 14.000 civiles muertos (aunque la ONU advierte que el número real podría ser mucho mayor), más de 6,5 millones de desplazados internos y dos millones de refugiados.
Otros 18 millones se enfrentan a una situación de emergencia por hambruna, mientras que enfermedades como el cólera se están propagando a niveles alarmantes.
La violencia, además, imposibilita la llegada de la ayuda humanitaria a la población y decenas de ONG y agencias de Naciones Unidas se han visto obligadas a detener sus operaciones debido al riesgo, al saqueo de almacenes y a la falta de financiación por parte de los países occidentales donantes.
Crímenes de guerra
Violaciones en masa, quema de pueblos enteros, torturas y masacres de cientos de personas en apenas unas horas son algunos de los crímenes de guerra registrados por Naciones Unidas.
“Los relatos que llegan desde Sudán han sido de muerte, sufrimiento y desesperación, mientras el conflicto sin sentido y las violaciones y abusos de los derechos humanos han persistido sin un final a la vista”, dijo a finales de febrero el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk.
El responsable de la ONU aseveró que “algunas de estas violaciones equivaldrían a crímenes de guerra”, al tiempo que pidió investigar de manera independiente todos estos abusos para llevar a los responsables ante la Justicia, unas declaraciones que han sido usadas por ambos bandos beligerantes para inculpar al otro.
Mediaciones futiles
En un año, las FAR y el Ejército tan solo han acordado breves treguas humanitarias entre mayo y junio de 2023, que fueron incumplidas pese a los llamados de los principales mediadores: Arabia Saudí y Estados Unidos, ambos temerosos de que otros actores pudieran ampliar su influencia en medio del caos que reina en Sudán.
Sin embargo, ha habido más de una decena de intentos de mediación liderados por organismos africanos o países vecinos que han absorbido la mayor parte de los refugiados por el conflicto, aunque todos estos esfuerzos han sido infructuosos y han excluido por completo a la sociedad civil y sus intereses.
Tanto Al Burhan como Hemedti se han comprometido con la paz verbalmente, pero los intentos para sentarse en la mesa de negociación han fracasado y las promesas de derrotar al otro van en aumento mientras que millones de sudaneses ven a diario cómo se desvanecen las esperanzas de que la guerra vea un final.