López Obrador quería una Comisión Nacional de los Derechos Humanos de cartón-piedra, que no lo cuestionara en sus políticas de seguridad y no le estorbara en su relación con las Fuerzas Armadas. Encontró el perfil ideal. Los que dicen que ya se acabó el nepotismo nombraron, en una votación aún bajo sospecha, a la hija de una gran luchadora social. El único mérito que pudieron esgrimir de Rosario Piedra Ibarra era ser hija de su madre, doña Rosario Ibarra, y hermana de Jesús, un guerrillero desaparecido por el Estado mexicano en los años setenta.
El verdadero problema de Rosario Piedra no es, sin embargo, el nepotismo, que a estas alturas no parece avergonzar a nadie en la 4T, sino su abyección. Logró convertir a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, pensado como un contrapoder, en una foca aplaudidora del régimen. Sus resultados son realmente vergonzosos y más lo es que en el Senado la hayan metido a fuerza a la terna buscando su reelección. Piedra no solo fue una de las candidatas y candidatos peor evaluadas (penúltima, para ser exactos) sino que ella misma ha dinamitado la relación con los organismos defensores de derechos humanos en todo el país. La falsificación de una carta de recomendación del obispo Raúl Vera, la haya hecho ella o alguien de su equipo, es la cereza en un pastel hecho de desvergüenza.
Los cercanos de la presidenta dicen que tenían que incluir a la ombudswoman saliente en la terna como una cortesía política, pero que la electa será Nashielli Ramírez Hernández, médica y activista que presidió la Comisión de la Ciudad de México. La tercia la completa la jalisciense Paulina Hernández Diz, una luchadora en temas de género y derechos humanos. Si se tratara de cortesía política, lo que tocaba era que Piedra Ibarra no buscara la reelección. Si lo hizo es evidentemente porque hay una mano que la impulsa, que no es otra que la del expresidente López Obrador a través de sus operadores en la cámara alta.
El proceso ha sido sumamente desaseado, y los cantinfleos de Javier Corral no han hecho sino evidenciar lo poco que les importa respetar los procesos que los mismos senadores de la mayoría impulsaron. Si el próximo martes Claudia Sheinbaum logra que se elija a Ramírez Hernández -que independientemente de apoyos y partidos es una excelente candidata para presidir la CNDH- enviará una señal de fortaleza y control político. Si, por el contrario, la Cámara de Senadores reelige a la actual ombudswoman será una terrible señal de debilidad de la presidenta Claudia Sheinbaum frente al expresidente y a los poderes fácticos de Morena. Sobre todo, será una pésima noticia para la causa de los derechos humanos en todo el país que tropezará de nuevo y con la misma Piedra.