Donald Trump está de vuelta, corregido y aumentado. Ganó el voto popular y arrasó en el colegio electoral. Los republicanos tendrán el control del Senado y probablemente de la Cámara de Representantes. Se avecinan dificultades y desafíos internacionales para México, empezando por América del Norte. Si queremos defender nuestros intereses nacionales, no podremos desentendernos de las tensiones geopolíticas. Permanecer al margen del desconcierto internacional no es una opción. Debemos unirnos y estar listos para actuar. Hagámoslo ya, el 20 de enero del 2025 se aproxima rápidamente. Consideremos que Trump y la administración republicana van a querer cumplir sus promesas e imponer un modelo transaccional. Démosles crédito a sus amenazas y bravatas, aunque sea un líder fanfarrón. Contamos con la experiencia de lidiar con él entre 2016 y 2020. No será igual. Preparémonos.
Trump sí les impondrá aranceles y tarifas a nuestras exportaciones. Lo hará, quizás por poco tiempo, porque impactará el bolsillo de los consumidores estadounidenses y favorecerá la espiral inflacionaria. Podrán también entorpecerse las inversiones en México. De la revisión del T-MEC Trump querrá hacer de ella una renegociación abierta, anteponiendo los intereses de Estados Unidos sobre los de los otros dos socios. Nuestros intereses tendrán que estar bien definidos, si no queremos hacer concesiones desde el principio a cambio de nada. Para ello debemos reconocer, de entrada, que está China en medio de nuestras complejas relaciones comerciales y económicas bilaterales y triangulares.
La posible actuación unilateral estadounidense, con medidas de fuerza, seguramente se justificará diciendo que libra varias guerras, no sólo comerciales. A los primeros que exigirá respaldo será a Canadá y a México, imponiendo condiciones, siendo muy distinto el regateo estadounidense con cada uno de sus vecinos, socios y aliados. Hace tiempo que comenzaron la incertidumbre, la volatilidad en el tipo de cambio y el nerviosismo en los mercados internacionales.
La relocalización de empresas está en curso y podrá ser muy buena y ventajosa, pero debiera beneficiar a las tres naciones con una visión de América del Norte. México necesita urgentemente completar la tarea para atender los rezagos en energía, agua, infraestructura y seguridad a fin de aprovechar las oportunidades. Ahí está el ejemplo de Tesla y Elon Musk, quien será más influyente que nunca, luego de jugarse parte de su patrimonio y prestigio en las pasadas elecciones.
Los interlocutores y negociadores, los líderes políticos y económicos mexicanos van a necesitar trabajar con tenacidad y sin descanso; requerirán asesores y consejeros experimentados, de buenos pilotos de cabotaje y alta mar que ayuden a navegar y sortear, a evitar encallar o naufragar en mares proteccionistas muy embravecidos. Debemos continuar con las acciones emprendidas para contrarrestar las presiones para renegociar el Tratado de Aguas de 1944.
Trump, entrando a la Casa Blanca, probablemente va a "cerrar" simbólicamente la frontera con México por unas horas, como una demostración de su voluntad e inmenso poder. Pero se impondrá la realidad de los intercambios comerciales por 300 millones de dólares cada minuto. Habrá redadas de indocumentados y deportaciones masivas e inmediatas que generarán temor, muchas presiones y una larga crisis humanitaria, particularmente en las fronteras norte y sur. Se reducirán las remesas que recibimos. Decenas de miles de migrantes van a seguir encontrando múltiples obstáculos y desgracias para permanecer en el territorio nacional, un verdadero infierno al intentar cruzar México. Será un vía crucis en el que sus derechos humanos serán sólo una referencia retórica.
Seguramente Trump y sus colaboradores promoverán medidas agresivas y punitivas contra los cárteles mexicanos a los que convenientemente podría declarar y poner en la lista de organizaciones terroristas. Justificándolas en la epidemia de fentanilo y en el imparable tráfico de cocaína que socavan el tejido social estadounidense, matando a cientos de miles y enajenando a otros tantos. No podemos descartar posibles ataques con drones contra organizaciones criminales mexicanas en Sinaloa u otros estados, sin el consentimiento del gobierno de la presidenta Sheinbaum, lo cual podría provocar la peor crisis diplomática bilateral en la historia reciente. Será un arduo esfuerzo y una dura batalla para mantener márgenes de maniobra en política exterior. Las relaciones de colaboración y confianza entre las contrapartes, entre los ejércitos, las agencias de seguridad e inteligencia enfrentarán duras pruebas.
La coordinación y cohesión entre las distintas secretarías, dependencias y agencias del gobierno mexicano que participan e intervienen en la inmensa relación bilateral resultarán fundamentales. Limitarnos a declarar que somos un país libre, independiente y soberano, que estamos comprometidos, no bastará para enfrentar presiones y acciones unilaterales; el cumplir acuerdos y lograr objetivos compartidos, quizás sí. Vamos a necesitar más y mejores interlocutores, estrategas y negociadores comerciales capaces. Asimismo, cabilderos en el Congreso estadounidense y en los estados de la Unión Americana gobernados por los demócratas. Necesitaremos más que nunca de la red de consulados mexicanos, para reforzar las capacidades en las primeras líneas de defensa de nuestros connacionales.
Trump ejercerá una diplomacia coercitiva y querrá que nos subordinemos en migración, seguridad, narcotráfico, fronteras, comercio y energía. Pretenderá cobrarnos si tenemos desplantes regionales, por ejemplo, con Cuba y Venezuela, en foros multilaterales o en el G20, cuando la administración republicana estime no son las conductas esperables de un vecino y socio. Vamos a necesitar habilidad, inteligencia y lucidez, pero también anticipación y mucha paciencia.
Debemos entender los cambios profundos registrados en la polarizada sociedad estadounidense y en la sociedad internacional. Comprender las transformaciones en las disputas por el liderazgo global y sus repercusiones para México.