Hace un año ocurrieron los atentados terroristas perpetrados por milicianos de Hamás que mataron a 1200 civiles israelíes inocentes, capturaron y secuestraron a 251 hombres, mujeres y niños, dando paso a una desproporcionada ofensiva militar de Israel. La guerra desatada continúa devastando la asediada Franja de Gaza con cerca de 42 mil civiles palestinos muertos y más de 100 mil heridos, sin que hasta ahora hayan sido rescatados ni liberados los rehenes israelíes, ni tampoco cesado los ataques con cohetes y misiles en contra de Israel, lanzados tanto por Hamás desde Gaza, como por Hezbollah desde el Líbano, en apoyo a los palestinos.
Entre los saldos más graves están los continuos ataques y provocaciones en contra de las agencias y el personal humanitario de la ONU, con gravísimas consecuencias para la entrega urgente de ayuda humanitaria a más de dos millones de palestinos desplazados en Gaza, en medio de acusaciones de complicidad y parcialidad de algunos empleados locales y funcionarios humanitarios, presuntamente cooptados por Hamás en el UNRWA, el organismo de Naciones Unidas para los refugiados palestinos.
En septiembre, Netanyahu y el gabinete de guerra decidieron redoblar la apuesta militar, resistir las presiones internas y externas, y descartar un cese al fuego con Hamás y Hezbollah propuesto por Estados Unidos, Francia, Egipto y Qatar. Israel ha pasado de las operaciones militares en Gaza a las operaciones en la frontera con el Líbano, reafirmando la vía militar como la opción privilegiada para continuar atacando en múltiples frentes, para defender a Israel y a sus ciudadanos, supuestamente conseguir la liberación de los rehenes y devolver a sus hogares a los más de 80 mil desplazados del norte. Todo ello para satisfacer al movimiento de los colonos judíos, representado por los ministros de Finanzas y de Seguridad Nacional, quienes sostienen al gobierno de coalición de extrema derecha, manteniendo la amenaza de romperla en caso de que Netanyahu pacte un cese al fuego que implique un intercambio de rehenes por prisioneros palestinos.
Como en la guerra en Ucrania, persisten gravísimas violaciones al derecho internacional humanitario por todas las partes. La reciente decisión del gobierno de Israel de declarar persona non grata al Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, viene a sumarse a la embestida, siendo un despropósito. Prevalecen los cálculos de que es ahora cuando Israel tiene que avanzar con todo, acabar con Hamás, degradar a Hezbollah, y posiblemente, enfrentar a Irán para conseguir redibujar el mapa del Medio Oriente. La guerra despiadada y desproporcionada que no diferencia a los combatientes de Hamás de la población civil en Gaza, que continúa acabando con la vida de miles de libanesas no ha cejado, dio lugar a la demanda promovida por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia, secundada y acompañada por otros países, para juzgar al Estado de Israel y sus autoridades por actos genocidas.
Ha habido cientos de ataques y contraataques de artillería, el uso generalizado de drones, el lanzamiento de cohetes y misiles balísticos en una confrontación directa entre Israel, Hamás, Hezbollah y los huties de Yemen quienes conforman el llamado eje de la resistencia patrocinado por Irán. En las últimas semanas tuvieron lugar los sorprendentes y violatorios bombardeos directos en contra de objetivos civiles, miembros y líderes iraníes, palestinos y libaneses en Damasco, Teherán y Beirut, incluyendo los proditorios asesinatos de Ismail Haniyeh y Hassan Nassrallah, teniendo Israel el total apoyo político, financiero y militar incondicional de Estados Unidos y la resistencia palestina el respaldo de Irán y sus aliados.
El avance imparable de la guerra ha profundizado las divisiones internas y agudizado la polarización política. El alejamiento entre los dirigentes y las sociedades en Israel, Palestina, Líbano, Siria, Egipto, Jordania, Irak e Irán continúan ensanchándose. Las protestas en Israel contra la guerra y el gobierno no han cejado, como tampoco los ataques y asaltos de colonos y soldados en Cisjordania y Jerusalén. La Autoridad Nacional Palestina, Egipto y Jordania están acorralados, siendo la ANP un actor crucial que requiere ser parte de la solución y no del problema, al igual que los dos países árabes vecinos, con sendos acuerdos de paz, fundamentales para dialogar y mediar, habiendo profundas divergencias entre las naciones árabes.
Esta nueva guerra de Israel contra Hezbollah y el Líbano amenaza con destruirlo, dividir aún más a los libaneses sumidos en una honda crisis política y económica. Los bombardeos a barrios residenciales del sur de Beirut y el valle de la Beeka han sido el preludio de incursiones terrestres en el sur del país, donde están desplegados los 10 mil cascos azules que integran la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano, cuyo mandato fuera renovado recientemente por el Consejo de Seguridad, paralizado por su ineficacia y el poder de veto de sus miembros permanentes.
La guerra prolongada ha venido a demostrar los enormes obstáculos para avanzar la solución de dos Estados, más necesaria y urgente que nunca, en medio de una ola generalizada de apoyo y simpatía en favor de la causa palestina y de condenas a Israel, habiéndose adoptado sendas resoluciones en la Asamblea General reconociendo a Palestina como estado miembro de la ONU y exigiendo el fin de la ocupación israelí.
Todos los actores, aliados y enemigos en Medio Oriente están en máxima alerta, enfrascados en un compleja y peligrosa encrucijada que podría desembocar en una conflagración internacional abierta.
@JAlvarezFuentes