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¿Un vaso de vidrio con agua?

J. SALVADOR GARCÍA CUÉLLAR

Hace unos días fui a comer con unos amigos a un restaurante, y en la sobremesa le pedí al camarero que me trajera un vaso de agua. Mi interlocutor me vio con una sonrisita burlona y me dijo sarcásticamente: ¿Un vaso de agua o un vaso con agua? Para evitar discusiones inútiles le dije que sí, que me lo trajera con agua.

El mesero no sabía (y creo que aún no lo sabe) que la corrección en la expresión puede ser variada, no tan estricta como él la exigía, pues él se apegaba a un supuesto lenguaje técnico muy estrecho según el cual los vasos son de vidrio y hay agua dentro de ellos, por lo que debemos pedirle un vaso con agua.

Por otro lado, estoy seguro de que este mesero a nadie corregiría si le pidieran un plato de sopa o una taza de café. Creo que se la traería sin buscarle tres pies al gato.

Pedir un vaso de agua es correcto, pues en esta expresión estamos utilizando una figura de lenguaje llamada elipsis, es decir, por economía o por alguna otra razón literaria suprimimos una palabra al expresarnos. Así, podemos escribir de manera esquemática: "por favor tráigame un vaso [lleno] de agua". La supresión del adjetivo es válida por lo obvio y nadie necesita la explicación que aquí le estoy dando.

También, si alguien dice que se tomó un vaso de agua, está usando otra figura literaria, llamada en este caso sinécdoque, pues está cambiando el continente por el contenido. Y le propongo otros ejemplos: podemos decir de manera correcta que el padre de familia tiene cuatro bocas que alimentar, o que cierto ranchero vendió cien cabezas de ganado.

La figura retórica llamada sinécdoque consiste en designar una cosa con el nombre de otra, como lo hemos hecho en el párrafo anterior, en el que además de mencionar el continente por el contenido, llamamos a la parte por el todo en los casos de bocas y cabezas.

Entonces, sucede que no caigo en incorrección si le pido al camarero un vaso de agua, aunque él se burle de mi expresión, pues sé perfectamente que el vaso está hecho de vidrio u otro material, y que el agua está contenida en él, pero el idioma español me permite hablar de modo figurado, que a final de cuentas es elegante y correcto como el que más.

Es posible que usted lea en algún texto literario que alguien se sentó en la mesa y pidió una manzanilla. Usted entendió las figuras literarias acorde con la intención del escritor, y de ninguna manera se burló de él. Tampoco le dijo que en realidad se sentó en la silla, ante la mesa, y pidió una taza de porcelana con té de manzanilla en su interior, porque eso sería muy poco retórico, tal vez hasta prosaico, o sea que resultaría vulgar o carecería de emoción o interés o elevación, por estar demasiado relacionado con lo material; en cambio lo literario levanta nuestros dichos y les da la riqueza que nos permite el idioma bien utilizado.

El lenguaje literario es un poco distinto al cotidiano y al técnico. El primero trata de expresarse de manera elegante y sublime, de modo que provoque una emoción estética en quien lo oye o lo lee, el segundo es más bien ordinario y dice las cosas llanamente, sin relieves de ninguna especie, lo que lo hace fastidioso y monótono, y por último el lenguaje técnico busca precisión y claridad.

En la vida cotidiana buscamos expresarnos de manera un poco literaria, para no parecer vulgares o prosaicos, por eso no está mal pedir el vaso de agua, aunque el camarero de burle de nosotros.

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