Obra. El perro perdido (2024) es la primera ópera de Acosta y fue estrenada en abril, en Suiza.
Ocho meses fueron los que el compositor lagunero Ricardo Acosta se pasó frente a las partituras para crear su primera ópera: El perro perdido (2024), la cual fue estrenada en Berna, Suiza, en el pasado mes de abril y que este fin de semana se ha liberado a través de su canal oficial de YouTube para su visualización gratuita.
Además de la orquestación y las formas musicales, la obra de 36 minutos cuenta con una clara construcción psicológica y compleja de sus cuatro personajes en escena: Abadón, alcoholizado en un bosque, busca con desesperación a su perro Kovsky, el cual se le ha perdido. El can es lo único que le queda luego de que su esposa lo abandonara, por lo que empieza a delirar al tiempo que no cesa de beber. Es entonces cuando el hombre es asaltado por Ego y Miedo, quienes lo atormentan y torturan hasta dejarlo al borde de la locura. Pero en una revelación, su Niño interior se libera y ahuyenta a los dos atormentadores. Se da la oportunidad de que Abadón y el Niño se reconcilien, lo hacen y deciden ir juntos al amanecer a buscar al perro.
"La historia es mía, fui inspirado por relatos de Schubert como Der Doppelgänger (1828), el doble, y El rey de los elfos (1821). Las dos son canciones que tienen una historia en la que un personaje está en el bosque y como que se imagina cosas que le resuenan a sí mismo. Y en la ópera es lo que pasa con el personaje principal", comparte Ricardo Acosta en enlace telefónico desde Suiza.
La depresión, la soledad, la desesperanza, la culpa, la recriminación y, por otra parte, el diálogo, el perdón y la aceptación consigo mismo, son emociones que convergen con una orquesta conformada por doce músicos: un registro de cuerdas (primer y segundo violín, viola, chelo y contrabajo), el piano (que funge como percusión), un quinteto de alientos (sin trombón y sin tuba) y una trompeta.
"Tuve que cuidar mucho la orquestación para no cubrir a los cantantes y para darle una gran dimensión, que no se sintieran doce personas tocando, sino que la música se sintiera grande. Hay de las dos, hay cosas más ligeras, más sutiles y cosas de mayor dimensión, como una orquesta".
Ricardo Acosta también ha sido cuidadoso en la elección de los registros para los cantantes. Abadón, el protagonista, es un barítono, el ser que tiene la opción de la mediación; Ego es tenor, debido a su naturaleza orgullosa que lo hace sobresalir y el timbre brillante con el que envuelve el escenario; Miedo es bajo, siempre oculto y de gran cuerpo, detrás de cada acción y emoción, capaz de asaltar sin dar aviso al individuo; finalmente, la voz del Niño es soprano, de color angelical por su perfil de inocencia, un ser puro que aún no ha sido corrompido por la vida.
"Creo que cuando uno hace un proyecto artístico siempre hay algo personal, pero también es una historia con la que mucha gente se podría identificar. Como tú dices, es una cosa que creo que no una, sino varias veces nos toca como adultos abordar: el ego, el miedo, si somos buenos, el típico, qué miedo que me descubran, el síndrome del impostor y todo eso. Aunado a las cosas de la vida diaria, del día a día, por lo que se nos olvida lo sencillo y el sinsentido que la vida tiene a veces. Es parte de lo que el niño interior le comenta al personaje adulto".
Cuando Abadón es torturado por sus demonios, la música se pone dos contra uno. Ego y Miedo cantan en contra del protagonista. Sin embargo, cuando el Niño interior aparece, se convierte en un dueto entre Abadón y el infante.
¿Cómo podemos perdonarnos a nosotros mismos? Acosta responde que, a través de hacer consciente el perdón y viviendo de manera sencilla, como un perro. "Los perros no se toman nada en serio, son muy sabios en ese sentido. No sé si se den cuenta, pero así son".
El estreno mundial de El perro perdido aconteció el 28 de abril de 2024, en la Sala de Conciertos del Hotel Jardín de Berna. Contó con la participación de la Sinfonietta Bern, dirigida por Ricardo Acosta, además del barítono Arion Rudari (Abadón), el tenor Luigi Chiaramonte (Ego), el bajo Leo Bachmann (Miedo) y la soprano Julia Frischknecht (Niño interior). Los créditos del libreto corren a cargo del propio Acosta y de Rulfo Genchi.
"Fue muy emotivo para mí. Estar ahí, sintiendo lo que antes estaba en mi cabeza o estaba en un papel, sentir cómo la música se regresaba hacia mí, fue muy especial, porque aparte estaba dirigiendo".
Antes de colgar, Ricardo Acosta se sincera y asiente la existencia de otro sueño: presentar su ópera en México.