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La disputa (geopolítica) por Venezuela

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ.-

La oposición antichavista, liderada actualmente por la derecha liberal, acusa al régimen de Nicolás Maduro de autoritarismo, dictadura y usurpación de libertades civiles a través del fraude electoral.

El oficialismo chavista, de izquierda nacionalista y populista, se defiende diciendo que detrás de la oposición están los intereses de EUA y otros países que buscan dar un golpe de Estado en Venezuela para imponer un gobierno títere. Pero ambos discursos esconden algo: los chavistas son renuentes a reconocer los rasgos autoritarios de su régimen y el apoyo que reciben de potencias antiliberales, y los antichavistas suelen ser omisos con los intereses internacionales que les asisten y con el daño que las sanciones estadounidenses y europeas ha causado a Venezuela.

El ciclo de crisis política iniciado con el proceso electoral de 2024 comienza a replicar el ciclo de la crisis presidencial desencadenado después de la elección de 2018. Si queremos entender mejor lo que ocurre en Venezuela, no sólo hay que analizarlo en clave interna. Hay que incorporar elementos geopolíticos que se han vuelto determinantes. 

Lo primero es revisar la importancia estratégica que tiene el país en América y el mundo. Desde el punto de vista geográfico, Venezuela es, después de Cuba, el país con más litoral en el Caribe, lo cual le da una posición de privilegio en un mar que conecta a todas las Américas. Las aguas caribeñas son ricas en recursos naturales y han sido desde el siglo XVI de suma importancia en el tráfico de mercancías. Su cercanía con el territorio estadounidense hacen del mar y los territorios que alberga un polo de atracción de intereses contrarios a los de Washington, como se vio durante la crisis de los misiles en 1962. Hoy cobra relevancia también por el tráfico de droga y armas. Parte del interés de Venezuela sobre el Esequibo, que disputa a Guyana, antigua colonia británica, tiene que ver con ampliar su presencia en el Caribe y hacerse demás recursos petrolíferos, que están siendo aprovechados por los guyaneses para crecer su economía.

En el renglón económico, Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, es uno de los 25 países con mayor producción y exportación del hidrocarburo y es el único miembro americano de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la cual ha servido de contrapeso a los intereses energéticos de EUA. También es un país rico en metales y minerales, productos que comparten protagonismo con el petróleo en las exportaciones. En el ámbito político, Venezuela es considerado el bastión más antiguo de la “nueva” ola de izquierda populista y nacionalista en América Latina. 

El chavismo ha gobernado el país desde 1999 y con Nicolás Maduro el régimen se ha ido endureciendo, reduciendo el margen de maniobra de la oposición liberal y de derecha. El régimen chavista tiene un impacto regional, ya que desde los tiempos de Hugo Chávez, Venezuela ha generado una divergencia de posturas en América, con países que han asumido una posición crítica consistente, países que modifican su posición dependiendo de la ideología del gobierno en turno y países que manifiestan un apoyo casi incondicional. Para la oposición, la elección de 2024 era la oportunidad de lograr un cambio de régimen en Venezuela y hacer virar el país hacia el bloque de países de derecha liberal. Para el oficialismo, el proceso electoral brindaba la oportunidad de legitimarse, calmar la crítica y disminuir la presión de las sanciones.

Hasta el momento, ninguno ha obtenido lo que buscaban. Una crisis política y social más profunda en Venezuela desestabilizará a toda la región e, incluso, motivará choques políticos indirectos entre potencias regionales y mundiales. Además, incrementará el volumen de la diáspora de venezolanos que dejan su país ya sea porque la situación económica interna no les ofrece oportunidades, o porque se sienten perseguidos por el régimen. Todos estos factores generan un cóctel que atrae los intereses de potencias regionales y mundiales. En la medida que el régimen chavista se ha ido aislando, depende cada vez más del apoyo de países contrarios a los intereses de EUA, como China y Rusia, apoyo que es visto desde Washington como una afrenta.  

EUA lidera la lista de países que reconocen al candidato opositor, Edmundo González, como ganador de la elección y, en consecuencia, próximo presidente de Venezuela. China y Rusia, por el contrario, encabezan el grupo de estados que reconocen el triunfo de Nicolás Maduro para que se mantenga en la presidencia por un tercer mandato. En medio,  México, Brasil y Colombia mantienen posturas moderadas de intermediación y negociación. Sin el apoyo liderado por Washington es impensable que la oposición venezolana sobreviva. De igual manera, es imposible que el régimen de Maduro se mantenga en pie sin la ayuda que recibe de Pekín y Moscú, principalmente.   

El apoyo que recibe Maduro de China es principalmente económico y político. La potencia asiática es el principal socio comercial de Venezuela. A cambio de petróleo y sus derivados, el país sudamericano recibe financiamiento, inversión y artículos de consumo. Además, Pekín brinda apoyo diplomático a Caracas con el reconocimiento abierto al gobierno chavista. Por su parte, Rusia brinda apoyo político y militar a Venezuela. Ambos países han firmado en los últimos años decenas de acuerdos de cooperación de asistencia gubernamental, financiera y fuerzas armadas. Y, como Pekín, Moscú reconoce a Maduro como único interlocutor para negociar cualquier cosa.

Hay una colisión de intereses internacionales en Venezuela. Tan ingenuo es pensar que el único interés de EUA y sus aliados europeos de sacar al chavismo es democratizar Venezuela, como que el único interés de China y Rusia y sus socios euroasiáticos es ayudar a defender la soberanía venezolana. Para Washington se trata de un asunto histórico que hunde sus raíces en la doctrina Monroe, pero también de una cuestión geoeconómica y geopolítica. Como vimos los recursos de Venezuela son vastos y su ubicación estratégica en la ruta marítima norte-sur-norte de América. Para Moscú y Pekín, Caracas es un socio vital para consolidar su presencia en América Latina y contrapesar los intereses estadounidenses. Es una forma de disputar la hegemonía en su “patio” de la misma manera que EUA lo hace en las zonas de influencia de China y Rusia. Para los gobiernos de Vladimir Putin y Xi Jinping, el régimen de Maduro es una puerta de entrada a América para expandir su influencia y consolidar su idea de un mundo multipolar. La solución a la crisis política de Venezuela pasa también por el grado de acuerdo o desacuerdo que pueda haber entre la alianza EUA-Europa, por un lado, y el eje China-Rusia, por el otro, es decir, los principales patrocinadores de los bandos enfrentados hoy por el poder en Caracas. 

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