Hace 56 años varios estudiantes de la UNAM salieron a tomar las calles en protesta para exigir lo que a su criterio personal era justicia y libertad ante sus derechos y autonomía que consideraban vulnerados. Entre aquellos jóvenes se encontraba nada menos que Luis González de Alba, escritor y activista político que en su momento fue uno de los principales integrantes del denominado Consejo Nacional de Huelga (CNH), y quien falleciera hace ocho años.
Autor de Los días y los años y Tlatelolco, aquella tarde, entre otras obras, el potosino suele ser más bien conocido por lo que en su momento se convirtió en una eterna disputa pública contra Elena Poniatowska por el plagio que esta le hizo dolosamente al publicar La noche de Tlatelolco a partir de los apuntes y la obra que este le facilitó de buena fe mientras se encontraba recluido como preso político en el Palacio negro de Lecumberri.
Años después de este atropello doble que le costó a González de Alba ser incluso despedido del diario La Jornada -por órdenes de Carlos Monsiváis en contubernio con la ganadora del Premio Cervantes- este le ganó la demanda y Poniatowska se vio obligada por orden de un tribunal a corregir al menos 28 párrafos por los cuales la obra tuvo que reeditarse, según refiriera el mismo en una de sus entrevistas: "Elena se negó a corregir y la demandé. No por plagio, pues le había permitido usar el manuscrito de mi crónica que ella sacó de Lecumberri, sino por alteración del contenido. Un tribunal me dio la razón. En 1998 apareció la versión corregida".
Desde el marco de la Guerra Fría entre los Estados Unidos de América y la Unión Soviética, Hispanoamérica y el resto del mundo se convirtieron en un tablero de ajedrez -las más de las veces sangriento-por el control de las naciones subdesarrollados del mundo, y como era de esperarse, nuestro país no fue la excepción dentro de aquel juego. De hecho, en México los dos casos más ampliamente conocidos como parte de esta convulsión organizada y como referente inmediato son el autodenominado Movimiento Estudiantil de 1968 y la Guerra Sucia de los años setenta.
Por su parte, como víctima al igual que como testigo presencial de los hechos -el único que no vivió lucrando con conferencias sobre esa fecha como los demás- Luis González de Alba, llegó a declarar las más de las veces que existían grupos marxistas radicales infiltrados entre los estudiantes, donde los jóvenes hacían colectas para comprar armas en Michoacán con la intención de atentar contra las Fuerzas Armadas y el Presidente de la República.
En cuanto a la masacre de Tlatelolco existen varios testigos, fotos y videos que muestran que el Ejército Mexicano disparó siempre hacia los edificios, nunca contra los estudiantes que se encontraban en la Plaza, a quienes contrario a lo que se creía, protegieron e indicaron por dónde salir.
Al igual que el autor de Los días y los años, otros líderes estudiantiles del 68 admitieron que el Partido Comunista Mexicano y la Liga Espartaco tenían metidas las manos en el Movimiento, y que fueron financiados (como era de esperarse) por la misma KGB desde Moscú. No obstante, nadie merece ser torturado, encarcelado ni desaparecido por pensar o creer diferente; ni ser sentenciado sin justo juicio ni la debida presunción de inocencia.
En este mismo tenor Claudia Sheinbaum ha refrendado nuevamente otra disculpa oficial por este acontecimiento, lo cual de algún modo abre también las puertas para que el Estado mexicano pueda ofrecer otra disculpa satisfactoria por las víctimas del Jueves de Corpus al igual que por los mártires y perseguidos durante la persecución antirreligiosa en México a casi cien años de la Cristiada, lo cual sin duda sentaría un gran precedente en cuanto a justicia y pluralidad, como valores de este Gobierno y del pueblo mexicano al que se representa.