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VIBREMOS POSITIVO

ELLA SÍ ME REPRESENTA

Más allá de filias y fobias debo decir que Claudia Sheimbaum sí me representa.

Ha pasado un mes desde la más reciente jornada electoral y 69 años desde que las mujeres en México ejercieron por primera vez el derecho al voto en 1955. Con el virtual triunfo de Sheimbaum Pardo se cierra un ciclo histórico de más de 70 años desde que en 1953 fueron promulgadas las reformas constitucionales que hicieron efectivo el derecho de las mujeres mexicanas a votar y ser votadas en el ámbito federal.

Este, hay que decirlo, no es un triunfo de una persona o un grupo. El contexto importa y estoy convencida de que más allá de políticos y politiquerías, si la sociedad mexicana no estuviera preparada para que una mujer ocupe la máxima posición de la administración pública, esto no estaría pasando.

¿Y cómo llegamos a estas condiciones en México? Gracias al trabajo de miles, millones de mujeres.

La lucha feminista en nuestro país se remonta mucho más allá de aquella batalla sufragista de los años cincuenta.

Los primeros movimientos sociales que empujaron decisiones públicas en favor de las mujeres -tales como empezar a abrir espacios de educación formal para ellas - tuvieron lugar en aquel lejano Siglo XIX y todavía antes, en el Siglo XVII con la rebelde Sor Juana Inés de la Cruz, considerada por muchas, como la primera feminista de facto en México.

Teniendo en mente esta historia ¿realmente le podemos atribuir este logro a alguien -quien sea- que lleve en la escena política unos cuantos años? Personalmente, creo que no.

Hagamos un simil de la victoria de la virtual presidenta electa con un nacimiento: a veces, tras un complicado embarazo y un alumbramiento dramático, resulta que la bebé se parece más a una familia que a otra, y por consiguiente hay parientes que experimentan felicidad y hay quienes sienten una franca desilusión. Sin embargo, ninguna de las partes involucradas puede negar su participación en el hecho, como tampoco le desean un futuro de fracaso a esa bebé. Es más, ambos lados reconocen algo de su genética en el nuevo ser.

Y justo así. Esta Presidencia tan anhelada trae los genes sociales de muchísimas mujeres que a lo largo de varios siglos y desde muy diversas trincheras, literal y materialmente, dieron su vida sin que alcanzaran a ver con sus propios ojos el resultado de su lucha por la igualdad y la inclusión. Y en honor a ellas, debemos todas, reconocernos en este logro y apropiarnos de él.

Y quizá te preguntes, "¿Y yo qué gano con esto?" Podría nombrar muchas cosas pero me quedo con una que tiene que ver con el concepto de representación con el que inicié este texto: a partir de ahora, si una niña en México dice que de grande quiere ser PRESIDENTA, nadie la va a llamar "loca" por aspirar a un "imposible". Y eso, me parece un avance enorme.

Y ojo, no me considero una romántica, para nada. Pero soy una feminista en activo y en constante contacto con niñas y mujeres en situación de vulnerabilidad y sé la importancia que tienen los ejemplos y modelos a seguir en términos de auto percepción, auto valía y auto cuidado.

Termino no con un llamado a dar "votos de confianza" ni "beneficios de la duda" a nadie. Considero mucho más importante invitarles a un compromiso colectivo para generar condiciones que se traduzcan en más y mejores liderazgos femeninos; para que este hito histórico que estamos viviendo hoy sea solo el principio de toda una era. La era de las mujeres en el poder.

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