¿Cuál fue el secreto con el que fueron construidos la mayoría de los edificios de la antigua China?
Los arquitectos trituraban el arroz y rellenaban los bloques de piedras con una pasta que era mucho mejor que la cal. Con ella las tumbas, las pagodas y los templos resistían el calor extremo y las lluvias torrenciales. Muchas de estas construcciones sobrevivieron a los embates de varios terremotos a lo largo de los siglos.
¿Cómo fue posible con algo tan frágil construir tan sólidamente?
El arroz contiene amilopectina, un hidrato de carbono de un valor biológico muy elevado, utilizado entre los deportistas de elite. Interviene en la recuperación, ya que hace que el organismo vuelva a obtener rápidamente los niveles adecuados de glucosa, evitando de este modo que se destruya la masa muscular. Quizá esta fuente de energía revolucionaria no ha discriminado y ha dotado a la estructura ósea de las construcciones de los mismos beneficios que al cuerpo humano. No es casual que se lo llame el carbohidrato inteligente.
Detrás de toda gran construcción, un equipo, una obra de arte, una familia, hay siempre recursos sólidos que están visibles, pero también hay otros que no se ven e incluso parecen frágiles. En estos puntos de apoyo se cierne generalmente la clave de los resultados contundentes. Puede ser cualquier cosa que, en los momentos de dificultad, cuando todos los soportes se ponen a prueba, estos aspectos sutiles cobran protagonismo. Sin ellos nada podría perdurar. Son silenciosos, invisibles tal vez, pero muy fuertes. En este despliegue de humildad reside su enorme valor.
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