Durante mucho tiempo la fuerza motriz para mover ruedas y hacer funcionar las máquinas fueron los caballos. Thomas Newcomen usó el vapor para mover algunos mecanismos en las minas. En 1765 James Watt tuvo una idea mientras reparaba una máquina, creó un prototipo que con una cuarta parte del consumo conseguía más potencia, así concibió la célebre máquina de vapor que dio lugar a la revolución industrial.
¿Cómo podían introducir en el mercado esta idea tan extraordinaria?
Junto con los argumentos para defender la innovación, surgió otro enigma, cuál debería ser el precio razonable para que los clientes potenciales aceptaran probar el producto. Watt pensó que sería razonable cobrar un tercio del dinero que el cliente pudiera ahorrar por reemplazar los viejos sistemas de tracción a sangre por su máquina a vapor. Se puso a hacer cálculos, estimó que un caballo podría mover 150 kg unos 30 metros en un minuto. De esta manera, con estas elucubraciones en la mente, nació un concepto que aún hoy perdura: un caballo de potencia.
El cerebro indescifrable es un cofre blindado, contiene imágenes en vez de palabras, siempre rechazará una idea nueva, salvo que ella encuentre una vinculación con otra que ya esté dentro del cofre. Watt no tenía claro este concepto, casual o causalmente funcionó para introducir la máquina a vapor, lo demás es historia.
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