Y así la vida llega y se va, como las olas del mar.
Nos la prestan por un ratito.
La de ella, la de él, la tuya, la mía.
Venimos a este planeta para aprender, para sanar.
Y en ocasiones parece un mundo raro.
Injusto, insensible, increíble, feliz, tragico, mágico.
¿Por qué no lo entendemos así?
¿Por qué nos cuesta tanto dejar ir, soltar, vivir sin apego?
Pensamos que la vida de ella, de el, de nuestros padres, hijos, hermanos nos pertenece, que es nuestra, pero ni siquiera es de ellos, es del instante, del momento, de nadie.
Pero, ¿por qué no lo entendemos y por qué lo sentimos así?
Tan fuerte, tan duro, tan profundo, si ya sabemos de antemano que pasara, lo inexplicable, lo espontaneo, lo repentino, sin ni siquiera preguntar.
¿Por qué nos atrevemos a juzgar a la vida misma, que ha sido tan bondadosa con nosotros al regalarnos tiempo para vivir?
Por que no mejor abrimos los ojos y vemos lo que ella nos ofrece, nos regala, nos muestra, nos pone frente a la cara, la belleza de la luz y de la obscuridad, de las alegrías y de las tristezas, del estar y el no estar.
Hay misterios que no entenderemos jamás, que tendremos que aceptar, en fin,
que no tenemos la certeza ni como vamos a morir, ni el tiempo que nos queda aquí, así que solo nos queda… estar, ser, vivir…
-JL-
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