Cuando pensamos en la Revolución Mexicana, probablemente imaginamos a hombres en combate, caudillos y trincheras. Pero, ¿y las mujeres? Ellas estuvieron allí como soldaderas, estrategas, activistas y líderes.
Las soldaderas, eran mujeres valientes que cargaban con rifles, víveres y se hacían cargo de sus familias, participación que fue clave en el movimiento. Muchas otras dejaron sus hogares para unirse al conflicto, lucharon, alimentaron tropas y curaron heridos. Pero también en medio de un conflicto tan extremo lidiaron con las realidades de sus cuerpos: menstruaban, y lo hacían sin los productos y comodidades que hoy damos por sentado.
Imagina el escenario: largas jornadas a pie, con pocas oportunidades para asearse, y la necesidad de improvisar con telas viejas, hojas o cualquier recurso disponible. No había toallas sanitarias ni ropa interior cómoda, sin dejar de resaltar que estaban en un ambiente bélico que en general es un espacio dominado por hombres.
Ya estamos acostumbradas a una historia que borra los nombres de las mujeres y les resta importancia, ¿qué podemos esperar del tema de sus menstruaciones? Nadie hablaba de esto entonces, y casi nadie lo menciona ahora. Sin embargo, si lo hacemos visible, resulta un recordatorio poderoso de la fuerza de las mujeres revolucionarias. Ellas no sólo lucharon contra las balas, sino también contra los estigmas, las carencias y los silencios.
Hoy, pensar en ellas desde nuestra perspectiva actual nos invita a reflexionar: ¿qué tan lejos hemos llegado? Aunque muchas de nosotras tenemos acceso a productos de higiene menstrual, todavía existen tabúes y desigualdades. Muchas niñas y mujeres en México enfrentan condiciones similares a las de Adelita y las soldaderas.
Reconocer esta dimensión humana de la historia no solo honra a las mujeres de la Revolución, sino que también nos inspira a seguir luchando por los derechos de todas las personas menstruantes. Porque ellas, como nosotras, no eran solo guerreras: eran humanas.
Por eso cierro esta columna nombrando a Carmen Serdán activista clave del movimiento revolucionario Dolores Jiménez y Muro, defensora de los derechos de las mujeres; la generala Carmen Vélez; la coronela María Quintera de Rivas; la teniente Ángela Jiménez; la generala Margarita Neri; Encarnación Mares; Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, periodista de oposición a Porfirio Díaz y la profesora Elisa Acuña.
Es momento de reivindicar su legado, reconocer sus ciclos y continuar su lucha, ahora desde otros frentes. ¿Qué podemos hacer hoy para que ninguna mujer tenga que luchar sola contra el estigma?
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