Desde tiempos remotos, Finisterre o Fisterra en gallego, provocó una sensación de misterio en el alma de los hombres. Con una figura ciertamente ambigua, posee una costa salvaje que fue causal de muchos naufragios. Al otro lado del cabo, las mansas aguas del Océano Atlántico fueron protagonistas de leyendas en las que los que héroes celtas hacían su último viaje en barcas de piedra.
Durante siglos, los viajeros cautivados por la impresionante puesta de sol, creían que esa lengua era el punto más occidental de la tierra y que el mundo se acababa ahí.
En 1853 se construyó un faro magnético y muchos de los peregrinos que acometen el Camino de Santiago, luego de pasar por Santiago de Compostela, no finalizan su viaje sino hasta llegar a ese reducto impregnado de simbolismo. Finis Terrae los espera para celebrar un ritual como corolario del viaje, encender las ropas con las que habían caminado, contemplar las llamas a la orilla del mar y comenzar el regreso a casa.
Durante nuestras travesías, acometemos hazañas que contienen un aspecto referencial. Ese Finis Terrae, no es sólo un objetivo, un punto simbólico en el desafío, sino un comienzo.
Nuestra vida y los caminos que transitamos suelen ser circulares, como la aventura de los primeros navegantes y la de los peregrinos que surcan poblados, montañas y senderos para llegar y regresar al punto de partida.
¿Qué nos sucede luego de estar ahí?
Lo puedo asegurar, en ese tránsito, nunca seremos los mismos.
Te invitamos a seguir nuestras redes sociales en Facebook como vibremospositivo, en Instagram como @jorge_lpz, @vengavibremospositivo y @claudiopenso, escríbenos a [email protected]
