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Vinos y besos

Si usted quiere realmente obsequiarse unos días de dolce far niente, quédese en casita. ¡Al carajo el mundo! Disfrute el placer de no hacer nada, tan necesario para la salud y la mente.

Vinos y besos

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ADELA CELORIO

En medio de la incertidumbre que me causa la amenazante ideología comunistoide del “segundo piso”, es casi obscena la alegría que me provoca la exuberancia del verano, que anuncia su entrada con el día más luminoso del año y trae a la memoria los manguerazos, cubetazos, jicarazos con que los niños muy antiguos celebrábamos el Día de San Juan. Mojarnos era la vieja tradición que nos introducía en la temporada vacacional. Mi recuerdo recupera la inocencia de aquellos años en que, entre risas y sin culpa, desperdiciábamos el agua. 

El mundo era sencillo y los hermosos días de verano un paréntesis para apagar el despertador y olvidarnos de la escuela para entregarnos al juego, a los amigos, a mordisquear frescas sandías y chorrearnos hasta los codos con los mangos. Gozosas sencilleces como un refresco helado, un rincón en la sombra, un primer enamoramiento y, si había suerte, algún beso furtivo. 

Ahora, en cambio, las vacaciones imponen desplazamientos, aeropuertos donde nos desnudan, chiquillos chillones y malolientes en el regazo de la madre que ocupa el asiento junto al nuestro. Vuelos que se demoran o se cancelan, hoteles que no respetan nuestras reservaciones, colas en los restaurantes y los perturbadores celulares con sus exigencias contradicen el sentido de la palabra vacación, que deriva del latín y significa vagancia, desocupación. 

Si usted, pacientísimo lector, lectora, quiere realmente obsequiarse unos días de dolce far niente, quédese en casita. Tumbado, sentado, acostado. ¡Al carajo el mundo! Disfrute el placer de no hacer nada, tan necesario para la salud y la mente. 

Los paganos encendían hogueras para recibir el verano. En algunos países nórdicos lo siguen haciendo con la saludable idea de quemar lo viejo y lo malo para dejar espacio a nuevas oportuidades y deseos. Aquí debo hacer una aclaración: aunque parezcan semejantes y a veces se confunden, las vacaciones son territorio de libertad, espacio para recuperar la mente, el espíritu y el cuerpo. Para dar rienda suelta a la imaginación, al pensamiento, a la creatividad. 

Acostado bajo un manzano, reflexionanado en sabrá Dios qué, a Newton le cayó una manzana en la cabeza y… se hizo la luz. Tonteando en el Paraíso, Eva mordió la manzana del árbol del conocimiento. Mientras tomaba un relajante baño de tina, Arquímedes desarrolló el concepto de empuje hidrostático. Pruebas irrefutables de que el ocio es creador. 

Yo recomiendo entregarse a cualquier cosa que no requiera horario, vestuario especial o demasiado movimiento. Plácidas siestas están bien. Leer hasta terminar la novela de ochocientas páginas está bien. Agradables sobremesas con los amigos están bien. Música, besos y vino antes de abandonarnos al sueño están bien. 

La diferencia entre temporada de fiestas y vacaciones, consiste en que las fiestas que se celebran con obsequios, pavos y brindis, exigen unirnos a la comunidad con una actitud generosa y adecuados comportamientos sociales; gastos que con frecuencia estresan, y compromisos para socializar como Dios manda con familiares, pero a veces no son experiencias tan afortunadas. 

Las vacaciones, en cambio, son contemplación y celebración de la vida. El verano es una melodía, permítase danzar. Si usted de verdad quiere vacacionar, aproveche los preciosos días del verano para no hacer nada. Le aseguro que después del intensivo tratamiento de inactividad, usted estará desesperado por volver al trabajo. En el principio de toda buena acción, está el ocio, decía Aristóteles, y yo lo confirmo.

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Escrito en: Adela Celorio vacaciones descanso ocio

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