Xoloitzcuintle: ¿por qué se le asocia a la muerte?
Esta raza prehispánica lleva consigo una importante carga cultural e histórica en el país. Un fiel compañero de vida para los mexicanos desde hace milenios cuyos datos más antiguos de huesos descubiertos datan de hace unos mil 500 años, indicio del origen de estos canes.
Raúl Valadez Azúa, investigador en el Laboratorio de Paleozoología del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, se ha empeñado en estudiar esta raza desde hace tres décadas para explicar su origen y asociación a distintas tradiciones, entre ellas la muerte.
El especialista detalla que los hallazgos más antiguos revelan que se les asociaba a contextos funerarios o como guardianes de espacios considerados sagrados. Sin embargo, Valadez plantea que más allá de ser guías o acompañantes de los humanos durante su viaje al inframundo, también poseían un valor simbólico.
Un can milenario
Raúl manifiesta que el perro aparece constantemente en la arqueología mexicana, desde lo utilitario hasta lo sagrado. En la época prehispánica, las razas eran usadas con propósitos distintos: en la agricultura puesto que el ciclo agrícola se empalma con sus ciclos reproductivos, y en los rituales asociados a templos, como los sacrificios.
En dicha época, los xoloitzcuintles eran animales sacrificados en distintos rituales y ceremonias masivas. Por ejemplo, se dice que en Tlaxcala durante el siglo XVI, ante la ausencia de lluvia, la comunidad se movilizaba y sacrificaban canes de esta raza en un templo llamado xoloteupan. Su carne se cocía y se compartía en un acto de comunión para solicitar ayuda a los dioses.
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El xoloitzcuintle fue ligado al inframundo puesto que consideraban que actuaba como interventor en el ciclo de la naturaleza, de cómo lo vivo pasaba a ser lo muerto.
El can intervenía en el proceso de la destrucción de la materia putrefacta, favoreciendo su camino hacia el inframundo para terminar devuelto como materia orgánica (heces fecales) para ser aprovechada por lo vivo. De ahí su asociación a la muerte y a la conexión perro-humano.
Su valor simbólico quedó plasmado en los códices mesoamericanos, donde esta raza aparece junto a Mictlantecuhtli (dios mexica de la muerte y gobernante del inframundo), lo que lo convierte en un elemento valioso en el ciclo de la vida y la muerte gracias a sus hábitos carroñeros.
Sin embargo, no fue el único can que existió durante esta época, ni si quiera fue el único al que le daban uso. Durante el siglo XVI, tiempo en el que el territorio se convirtió en Nueva España, para los cronistas, exploradores y frailes, los perros pelones fueron de mayor interés por su aspecto llamativo. Se encargaban de describir el entorno del mundo indígena, por lo que su atención y comentarios se centraron en estos seres.
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El secreto de su apariencia
Estos mamíferos se caracterizan por su ausencia de pelo la cual es provocada por una mutación genética. Debido a esto, "provoca que el crecimiento desarrollo de la capa llamada ectodermo, en el estado embrionario, de la que derivan los dientes, tejido nervioso, piel, huesos y otras partes, no se desarrolle bien", se lee en el sitio Gaceta UNAM. Incluso, en la etapa adulta, esta raza carece de los premolares.
El único can auténticamente mexicano está en peligro
A pesar de su relevancia en el ámbito cultural, esta raza estuvo en peligro de extinción durante la colonización europea debido a que encontraron en estos canes una fuente de alimento. Incluso, se tenía la idea que la especie estaba extinta, hasta que el embajador británico Norma P. Wright emprendió una búsqueda en México donde la localizó en comunidades costeras de Guerrero y Oaxaca.
En 2020, esta raza fue declarada oficialmente en peligro de extinción debido a la pérdida de hábitat, interacción con distintas razas y la falta de interés en la cría. La adopción y protección de estos canes forma parte fundamental de la conservación de la vida y el legado sociocultural que identifica a los mexicanos.