Perdone la insolencia de la pregunta en pleno sábado vacacional y tres días después del cumple de quien -dicen- fue su hijo en la Tierra, lectora-lector, pero, ¿realmente usted sí cree en Dios?
Disculpe mi necia incredulidad, pero, ¿en serio sí cree en Dios?
Si usted insiste en su fe, lo cual no sólo respeto sino que admiro, ¿me puede explicar por favor dónde está él? Es decir, ¿dónde se manifiesta hoy mismo, por ejemplo, en el Narco-México de nuestras ejecuciones y desaparecidos?
Observo esa cosa que le llaman santa muerte sandunguear su terror por todos lados, desde Sinaloa a Chiapas pasando por Michoacán, Jalisco y Guerrero, pero no veo ni palpo que ese dios suyo, católico, cristiano o protestante, le dé de abrevar algo a tanta gente sedienta de paz que hay por ahí. No veo que alguna vez proteja a las víctimas del mal.
¿O le preguntamos a las madres de los desaparecidos en San Luis Potosí?
¿Y a los indigentes de Culiacán, en quienes, por $30 dólares, los cárteles prueban sus drogas nuevas que son igual o más potentes que el fentanilo?
¿Cuestionamos acerca de Dios a los hasta 40 mil menores de edad que el crimen organizado recluta cada año en México para convertirlos en halcones, mulas o sicarios? Ahí, en las almas de esos endemoniados niños y adolescentes armados, ¿está Dios acompañándolos cuando asesinan y está diosito cuando lo festinan machamente?
Yo pensaría que, si a figuras vamos, ahí entre ellos seguramente estará Satanás conduciéndolos y arropándolos, pero si usted me afirma que Dios los cobija y perdona, entonces ya no entiendo nada. Digo, sé que muchos curas, por las buenas ($) o por las malas, cada semana los absuelven de sus atrocidades y los libran de sus pecados para que vayan de nuevo a aterrorizar a alguien más, pero, ¿Dios avala eso que hacen sus pastores?
Veo las barbaridades provocadas por las minas terrestres criminales colocadas en Michoacán y me pregunto si Dios está ahí cuando un soldado vuela en pedazos o un campesino y su hijo quedan descuartizados por los explosivos. Veo los drones bomba que los capos utilizan sin misericordia ahí mismo y en otros estados y, ante tantos levantados, secuestrados, desaparecidos, desollados, desmembrados, quemados y pozoleados, me sigo preguntando, desde hace años, dónde está Dios en medio de tanta barbaridad. ¿Dios permite todo eso, o le vale? ¿O no es todopoderoso y omnipresente, como nos vendieron?
Entonces, regreso a las dudas: les preguntamos si creen en Dios y si Dios están con ellas a las mamás de Coalcomán, cuyos hijos veneran a El Mencho del CJNG porque les obsequia juguetes en la plaza pública. ¿Quién va a ser la guapa mamá y el papá chulo que desafíe al señor y rechace los narco-regalos entintados de sangre?
O venga conmigo, vamos a otro lado: veo las barbaridades súbitas de los terroristas contra los israelíes y luego las atrocidades interminables de los israelíes contra los palestinos en Gaza, incluidos niños, bebés y mujeres asesinados de forma inmisericorde, y me pregunto de qué está hecho ese otro dios judío y aquel dios musulmán que consienten tanta deshumanización.
Medito sobre las dudas que me han asaltado en las últimas semanas acerca de la vida, la muerte, la humanidad y la existencia de Dios (así solía escribirlo yo, con mayúscula), de cualquier dios, porque esto no es de católicos, cristianos, judíos, o musulmanes, sino de todos quienes creen en un dios, sin importar que le digan Buda, Alá, Zeus, o como les hayan contado que se llama ese ser supremo, y me queda claro que no existe dios. Y si existe, qué macho y despiadado es, la verdad, por observar tanto sufrimiento y no hacer nada. O vaya usted a saber, tal vez dios no era como nos lo pintaron para manipularnos durante siglos y es sólo una entidad impotente ante la maldad y el dolor, acaso una ilusión a la cual aferrarse que en los hechos no cambia nada.
Perdón, pero así lo veo hoy.
Comper, voy a lamer mis heridas solo, como tantos y tantos humanos que ya no creen en nada, mucho menos en un dios inconmovible ante el sufrimiento brutal de una viejita en un hospital, un dios inservible en la realidad.
Sosténgase usted en la fuerza de su propia humanidad, lectora-lector, porque no hay de otra, y que tenga un muy buen año en 2025 (con o sin su dios, pues).