El caciquismo como forma de organizar y ejercer un poder de facto tiene larga historia en el ámbito rural iberoamericano. El medio urbano le es menos propicio pero ciertos entornos como los grandes tiraderos de basura de la capital mexicana le han permitido sobrevivir en el hábitat metropolitano.
La sociedad de la basura (1983) y El Basurero, (1984), son un estudio de caciquismo urbano elaborado por Héctor Castillo Berthier que originalmente se publicaron justo cuando el régimen político priista estaba en la cima e iba iniciando su lento ocaso. Actualmente la obra está en proceso de reedición en un solo tomo para, entre otras cosas, evaluar cuánto hemos avanzado en dejar atrás al México del PRI y cuanto aún nos falta.
Castillo Berthier describe la mecánica y consecuencias de un caso muy concreto de dominación política autoritaria y su capacidad para extraer recursos incluso de los sectores más empobrecidos de la sociedad. Se trata de un estudio de antropología de la miseria que arroja luz sobre una de las caras más oscuros del sistema político postrevolucionario mexicano. La lectura hoy de esos trabajos confirma lo justo del eslogan de la izquierda: "por el bien de todos, primero los pobres".
La base del estudio de Castillo Berthier es la observación directa y las "historias de vida" de los habitantes de un subsistema político, económico, social y cultural dantesco, que sirve a la sociedad en su conjunto, pero del que ésta no se percata. Se trata de una historia reciente pero que ofrece claves para tener conciencia de la variedad de formas de explotación extrema que albergan sociedades como la nuestra.
La importancia de La sociedad de la basura y El Basurero radica no sólo en el fenómeno observado sino también en la forma en que el autor llevó a cabo su investigación. Y es que el libro es un estupendo ejemplo de las posibilidades de la "observación participante", una donde el fenómeno investigado y el investigador se funden o confunden.
El grueso del material que sirve de base a los estudios de los fenómenos sociales se busca y recolecta en archivos, bibliotecas, hemerotecas, estudios de campo y en entrevistas en ambientes controlados y sin tener que entrar en contacto directo con y las personas o grupos estudiados. El insertarse directamente, sin intermediarios en el mundo de los personajes o fenómenos a estudiar no es algo común, fácil, ni natural pues implica no sólo tener que colocarse en situaciones extraordinarias e incluso correr riesgos sino también ser capaz de empatía.
La necesidad de elaborar una tesis universitaria, el deseo de encontrar un tema original más la juventud del autor, su entorno urbano y su disposición a "desclasarse" temporalmente para confundirse con una población "plebeya", se conjugaron para que el pasante universitario de clase media capitalina pudiera, a sus 21 años, ofrecerse como ayudante de un barrendero -El Mugres- para "ascender" a "machetero" y ser aceptado como parte del equipo de un camión recolector de basura y lograr su admisión a una zona vedada: el gran tiradero de basura a cielo abierto de Santa Cruz Meyehualco en Iztapalapa, hoy parque Cuitláhuac.
El tiradero es presentado como el "submundo del desperdicio" y hábitat de los pepenadores: un microsistema económico y político de la vida y cultura de la pobreza, gobernado de manera férrea por un cacique urbano: Rafael Gutiérrez Moreno -"el zar de la basura"- que hizo del control de la selección o "pepena" (náhuatl) de la basura en la Ciudad de México un nicho de poder político y explotación económica extrema pero funcional para el sistema político de su época. Hasta su muerte, Gutiérrez Moreno controló la vida social del tiradero de Meyehualco -tenía el monopolio para la explotación comercial de los desechos: papel, trapo, fierro, vidrio y otros materiales- a cambio de garantizar la lealtad de su organización a los gobiernos local y nacional del PRI.
Castillo Berthier al lector en las complejidades, costumbres y durezas de la vida económica, social, religiosa, política y familiar de los habitantes del tiradero. El cuadro que pinta tiene como base las notas, grabaciones y fotografías que recopiló entre 1979 y 1981. Ese material nos permite saber que las jerarquías dentro de ese submundo eran claras y eficaces, que la subordinación se mantenía mediante el uso de la fuerza combinado con ciertos privilegios para los subordinados: el acceso exclusivo al tiradero, el poder construir ahí su vivienda y contar con servicios mínimos y recursos para ciertos festejos, algunos en grande y en clave cultural: el 15 de septiembre y el 12 de diciembre.
El cacicazgo de Rafael Gutiérrez no habría de concluir como resultado de la acción de la autoridad formal sino por su asesinato en su casa a manos de una de sus parejas en marzo de 1987. Uno de sus numerosos hijos, Cuauhtémoc Gutierrez de la Torre heredó y afianzó el cacicazgo pues la relación familiar combinada con una licenciatura y militancia temprana en el PRI, le llevaron a ser dirigente local priista. Sin embargo, en 2014 este heredero fue objeto de un reportaje que le situó en el centro de una red de prostitución dentro del propio PRI y en 2021, cuando su partido ya sólo era sombra de lo que fue, ingresó a prisión y ahí sigue.
La aproximación de Castillo al fenómeno objeto de su estudio fue hecha a través de conversaciones y convivencia con pepenadores: "El Prieto", "El Mugres", "El Negro", "El General", "El Tío", "El Toitoi" y otros. Este tipo de investigación da voz a quienes no tienen otra forma de ser escuchados. Y esa voz está en las historias de vida de una comunidad que gira en torno a desechos que sólo pueden tener valor económico si el esfuerzo humano que requiere su recuperación valga menos que la basura.
Las verdaderas conclusiones de esta investigación realmente no son las del autor sino las del lector. Y esas dependen de su concepción sobre lo que debería ser una "sociedad justa".
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