En el periodismo es necesario tener un talento de gato callejero para sobrevivir, no porque la competencia abunde, sino porque el número de participantes se ha hecho infinito, por medio de las redes sociales. Y claro, es legítimo el derecho de escribir, pero no cualquiera escribe bien, así que de ahí nacen los inconformes, porque muchos tiran al campo de la notable especulación, no giran a favor de la información, sino acuden a fórmulas vacías que alguna vez funcionaron, no hoy.
Hace 57 años, el primer domingo de marzo, comenzó para nosotros la historia en la élite, Laguna fue a la cancha de Zacatepec con un calor infernal. Los partidos eran a las 15:30 horas, y 40 minutos antes del arranque, regaban la cancha. Era un verdadero horno y la malla estaba muy cerca, con los fans encima de los jugadores. Llegó Laguna, admirado en silencio por los demás.
Villalpando; Cordero, Romero, Salinas, Mora; Álvarez, Garcidueñas; Fernández, Lupercio, Herrera y Pato Villarreal. Decenas de laguneros caímos ahí desde el DF, Apenas a los 8 minutos, Coyota le ganó el pique a Marquina por la derecha y metió un centro cerrado. Oscar Ávila salió presuroso y vio al frente para enviar la pelota, pero antes, la perdió de vista y ésta escapó de sus manos. Detrás suyo estaba Gerardo Lupercio, mago de los rebotes, fantasma del área. Empujó la bola y ordenó la escritura de una historia en primera.
¿Cómo pudo resistir esa gente todo el resto con el rival en su campo y tiroteándolo? Sólo preguntando a los que restan, porque seis ya se fueron. Jesús Ramírez entró al arco por Rubén Villalpando, lesionado, y tuvo la actuación de su vida. En el fragor del combate, con el tiempo avanzando, lo que temían los seguidores verdes era el ser linchados por aquella marejada de hombres y mujeres que gritaban sin descanso y al final, lloraban con sus jugadores.
No se disfrutó tanto, porque en ese tiempo los medios locales no tenían el desarrollo actual, ni el personal adecuado para ofrecer una información extensa y especializada, todo era repleto de fantasmas que ahuyentan el arte. Luego vino el desarrollo, el proceso largo, donde la vida del club iba de un lado a otro por las carencias económicas, y por ende, con su reflejo en las tablas. Laguna siempre fue acosado por fantasmas de todo tipo. Años más tarde fue vendido a Coyotes Neza.
La secuela todos la conocen, llegó Santos e implantó marcas. Nos expresó que la ansiedad siempre va ligada a nuestra libertad, que es un aspecto esencial del ser humano y no es nada que podamos evitar, pero igual que conocimos las limitantes, vimos la riqueza de futbol y logros hasta llegar a éstos días de realidades que a nadie gustan, porque la ansiedad es parte de nosotros.
El futbol, está visto, es toda una trama, un ambiente, una atmósfera y la cancha es un mundo diferente, luminoso y lleno de energía. Con pena vemos que a ese mundo de pasiones, no se le puede exigir ni prudencia, ni sinceridad. A veces, ese mismo futbol es peligroso cuando te va alejando de la realidad.
Hay una confluencia ente lo que uno espera de la vida y lo que la vida espera de uno, es como ecos del mar en un caracol. Santos Laguna ofrece a un grupo de jugadores que sobresalen por su entrega y trabajo.
El sábado en Monterrey, dio cuanto pudo y fue superado porque Rayados tuvo una dosis extra de calidad. Hoy somos una catarata de reflexiones, anécdotas y recuerdos, y la frustración nos acecha.