">

EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial Enríquez Verdades y Rumores

Columnas

Big Stick

JORGE VOLPI

Speak softly and carry a big stick; you will go far. Este lema, que Theodore Roosevelt repetía una y otra vez, selló la política exterior estadounidense desde principios del siglo XX. A partir de la idea de que bastaba con mostrar un gran garrote -una fuerza militar creíble- para obtener todo lo que conviniera a sus intereses, Estados Unidos se permitió intervenir de manera directa en América Latina y el Caribe, zonas consideradas como una extensión de su imperio. De una forma u otra, todas las naciones del continente padecieron la amenaza y, cuando se volvió necesario, el envío de tropas -en República Dominicana, Haití o Cuba- o el apoyo a grupos subversivos.

El llamado corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe establecía muy claramente que, si a juicio de Estados Unidos una nación rompía las reglas de convivencia civilizada o atentaba contra los intereses de sus nacionales o de sus empresas, su gobierno no tendría más remedio que reaccionar de manera directa. Como puede advertirse, sus términos no son muy distintos a los empleados hoy por Donald Trump contra el resto del mundo, por más que la amenaza de una intervención militar haya sido trastocada -al menos por ahora- en la de imponer drásticos aranceles a los productos de los países que se resistan a cumplir con sus caprichos.

Trump no representa, en este sentido, una primicia o una anomalía, sino el retorno de una tradición bien asentada en la cultura política de su país: la idea, dibujada ya tanto por los peregrinos que se establecieron por primera vez en Nueva Inglaterra como por los Padres Fundadores, de ser "la mejor nación sobre la Tierra", y de merecer, por tanto, un sinfín de privilegios frente a las demás. Con el Gran Garrote, Roosevelt obtuvo el Canal de Panamá -algo en lo que Trump se empeña en imitarlo-, pero asimismo el Premio Nobel de la Paz por su papel a la hora de terminar con la guerra ruso-japonesa: lo que Trump ahora se apresta a hacer con Ucrania, arrebatándole de paso sus recursos naturales y pactando una entente con Putin.

Desde que Roosevelt enunciara su apuesta por el Big Stick, la realidad es que Estados Unidos jamás ha renunciado a esta inclemente Realpolitik: si en algunos momentos debió frenarse ante un poder militar equivalente -durante la Guerra Fría- y en otros optó por una aproximación internacionalista -en particular con la fundación de Naciones Unidas-, siempre y cuando sus intereses principales fueran preservados. El resultado es bien sabido: Estados Unidos obtuvo prácticamente todo lo que quiso e incluso logró debilitar tanto a su enemigo comunista que lo hizo implosionar para colocarse, durante varias décadas, como la única gran potencia global.

¿Por qué renunciar a una estrategia que le ha dado tan buenos resultados? Para Trump, volver a Estados Unidos grande otra vez significa justo esto: retomar el carácter más brutal y explícito del Gran Garrote: lograr cuanto se le antoje sin necesidad de ocultarlo o paliarlo con acuerdos o negociaciones, como sus predecesores. Hoy, solo China -que ha acumulado en los últimos años un poder económico y tecnológico casi equivalente- parece capaz de resistírsele. En todos los demás sitios -incluida la Unión Europea y por supuesto México y América Latina-, lo más probable es que consiga justo lo que anhela. Lo vemos ya en la inevitable sumisión a sus dictados de Zelensky, Petro, Mulino o Sheinbaum: pese a las banales demostraciones de patriotismo, la resistencia de sus gobiernos luce, por el momento, imposible.

En este escenario, México se halla contra las cuerdas: la Presidenta ya dio el giro que Trump le ha pedido en temas de seguridad y migración, obliterando su agenda progresista. Lo peor es que, pese a verse obligada a lanzar una nueva guerra contra el narco -eco de la de Calderón-, ello no garantiza que Trump vaya a desistir en su empeño. Tengámoslo bien claro: el Gran Garrote penderá sobre nuestras cabezas por un buen tiempo. Lo más alarmante es que buena parte del país -y de Morena y la 4T- prefieren continuar con su labor de demolición institucional interna antes que preocuparse por construir los mecanismos que nos permitan, si no evitar, al menos aliviar la catástrofe.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en: Columnas Editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2366068

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx