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China-EU: cuando la guerra comercial deja de ser sólo comercial

MAURICIO MESCHOULAM

Hace unos días un colega preguntaba si una guerra comercial como la que estamos viviendo podía incrementar el riesgo de conflictos armados. En ese momento me apresuré a responder que sí existen casos históricos para respaldar esa posibilidad, pero que no estamos aún en ese punto. Lo que sí hace la guerra comercial es añadir una gota al vaso. Aunque pasados 10 días de esa conversación sigo pensando de forma similar, también he repensado parcialmente esa respuesta. En el texto de hoy explico por qué.

Primero, lo que estamos viendo en estos momentos entre EU y China se puede entender mejor a través de la teoría de la guerra y la racionalidad bélica, que a través de otros instrumentos explicativos que se limitan al comercio o la economía. Estamos ante una competencia de voluntades, ante una lógica de acción-reacción, y ante espirales ascendentes que se podrían salir de las manos de quienes las activaron.

Segundo, la rivalidad China-EU va mucho más allá de lo comercial. Estamos hablando de la confrontación creciente entre un poder existente y un poder en ascenso percibido por el otro como amenaza, lo que se conoce como la trampa de Tucídides. Esta percepción ha derivado en un consenso bipartidista acerca de que China debe ser contenida. El resultado ha sido una rivalidad abierta que incluye pero que no se limita a lo comercial. Por ejemplo, la competencia de ambas potencias por espacios de influencia en el mundo, la expansión china en sus mares colindantes y la decisión de Washington de contener esa expansión, además de la ciberguerra y guerra informativa que existe entre ambas potencias. Adicionalmente, una carrera tecnológica y armamentista que incluye ya una guerra tecnológica entre ambas. Un punto central de la confrontación está en Taiwán y la posible decisión china de resolver ese tema por la vía militar. Por tanto, cualquier cuestionamiento de Washington a su propia postura oficial que consiste en la política de "Una sola China", como sucede con las visitas de funcionarios estadounidenses a Taiwán, por no hablar del armamento y entrenamiento de EU al ejército taiwanés, se transforma en un tema inmediato de choque. Así que considerando todo lo anterior, retomo el punto con el que inicié:

Si la espiral entre EU y China sigue escalando, estamos frente a varias posibilidades. Dentro de ellas existe un escenario en el que China podría sentirse altamente vulnerada por los efectos catastróficos que la guerra comercial podría tener para su economía, pero especialmente podría sentir que las opciones políticas para negociar con Washington se han agotado. En este escenario, China podría incrementar sus acciones expansivas en sus mares colindantes, probando la disposición de Trump a realmente respaldar a aliados con los que tiene pactos militares. Pero, sobre todo, Beijing podría ir paulatinamente incrementando los ejercicios militares-que ya se encuentran en niveles elevados-alrededor de Taiwán, así como sus amagues de bloquear a la isla. Por si no basta. Los aranceles impuestos (y posteriormente parcialmente suspendidos) por Trump contra aliados asiáticos han sembrado un ambiente de incertidumbre y desconfianza, lo que, sumado a la espiral ascendente que se ha activado entre Washington y Beijing, son incentivos para que China siga adelante con acciones que rebasan el ámbito comercial.

Para ser claros, las probabilidades de un conflicto armado mayor entre superpotencias nucleares siguen siendo enormemente bajas dados los impensables costos que esas superpotencias tendrían que pagar por ello. Sin embargo, la gota que la guerra comercial está añadiendo al vaso parece ser de una mayor magnitud de lo que inicialmente pensamos.

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