UN LEGADO DE AMOR
A lo largo de la semana se han venido publicando infinidad de contenidos con respecto al Papa Francisco. Diversas opiniones que convergen en una sola, hemos perdido un gran ser humano, que, de uno u otro modo, ha alcanzado a tocar a todos. Deja atrás un legado de amor por el que será recordado siempre.
No puedo evitar sumarme a las manifestaciones con relación al papel de comunicador que tuvo Francisco a lo largo de doce años. Desde el primer momento, rompió moldes, para distanciarse de gran parte del protocolo inherente a su alta jerarquía. Como jesuita de formación, fue congruente entre el decir y el actuar, apegado al cumplimiento cabal del evangelio.
Francisco llegó en el momento en que el mundo más necesitaba la figura de un líder carismático, cercano a los más sencillos, que se despojó de todo lujo para aproximarse a las necesidades de los enfermos y los pobres, haciéndose uno con ellos. No tuvo empacho en volver la vista a los marginados y a las causas desatendidas de la iglesia, para buscar el modo de incluirlos. Fue un papa inquieto por la casa de todos, que puso especial interés en el bienestar de la tierra. En su encíclica titulada "Laudato sí", él llama a la tierra nuestra hermana y nos reprende por nuestra actitud de que, creyéndola de nuestra propiedad, la hemos expoliado. Él apela a la llamada "ecología humana", término utilizado por primera vez por Juan Pablo II. Así mismo, se permite incluir parte de las propuestas del Patriarca Ecuménico Bartolomé, para llamarnos a recapacitar, entendiendo que los daños que provocamos a nuestra casa común son reprobables a los ojos del Creador. Finalmente, hace un llamado a un desarrollo sostenible
En su encíclica "Fratelli tutti", firmada precisamente en la población italiana de Asís, el pontífice inicia exaltando la figura de San Francisco y la forma como él se propuso conciliar posiciones tan disímbolas en un solo concepto: la fraternidad entre hermanos. Publicada en el 2020, en el tiempo en que comenzaba a arreciar la pandemia por COVID 19, Francisco habla del modo como los sucesos que marcaron el siglo veinte finalmente parecían orientarse hacia un orden común, como había sucedido en Europa al integrar la Unión Europea. Sin embargo, advierte que, de diversos modos, la humanidad está volviendo atrás, mediante procesos como la ideologización en aras de los intereses de quienes detentan el poder. Señala, con gran acierto, que ahora los seres humanos estamos más solos que nunca en un mundo globalizado, que pretende hacer desaparecer la identidad de los más vulnerables. Y de cómo la colonización cultural llevó a que los pueblos pierdan el alma y desconozcan parte de su idiosincrasia. Habló de lo que llamó "la prepotencia del más fuerte", para nombrar las formas de dominio y polarización ejercidas por determinados regímenes populistas que, dentro de su forma de actuar, minimizan al ser humano y le coartan su libertad de ser y de expresarse, un derecho humano inalienable. Aborda sin tapujo el tema de la inequidad entre hombres y mujeres, aún vigente en gran parte del mundo.
Contrapone la cultura del enfrentamiento, que actualmente vivimos, con la cultura del encuentro, que finalmente sería lo deseado. En esta misma encíclica aborda el tema de las redes sociales, calificando su utilización como un espectáculo que puede ser espiado y vigilado por otros, con total pérdida del derecho a la intimidad. En otra parte se refiere al "prójimo sin fronteras", con la más amplia de las acepciones para incluir grupos generalmente ignorados por la tradición canónica, refiriéndose a ellos como "los exiliados ocultos" de nuestras sociedades.
Para terminar, en otra de sus encíclicas tituladas: "Dilexit nos", Francisco habla de la necesidad de volver al corazón en un mundo líquido como el que hemos venido desarrollando, en donde prevalece la desvalorización del centro íntimo del hombre. Expresa una metáfora que encontré maravillosa: "cuando el corazón no vive, el hombre no está en sí mismo, sino junto a sí mismo". Acertadamente, habla de que, en estos tiempos de inteligencia artificial, hacen falta la poesía y el amor. "Amando, la persona siente que sabe por qué y para qué vive.", sentencia que no pudo haber señalado de manera más clara la necesidad de que todos tenemos de hallar un propósito en nuestra vida. Esto, dentro de la amenaza de un vacío existencial profundo, que se abre como las fauces malignas que buscan engullirnos. Porque (cito para terminar), "el mundo puede cambiar desde el corazón."
Descanse en paz Francisco, un gran ser humano que, desde su honrosa posición jerárquica, deja a todos quienes le conocimos, un inagotable legado de amor para ser vivido de la única forma en que es válido hacerlo: a través de la acción.
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