
Cuando la policía encontró restos de un estudiante estadounidense, víctima de rituales en Matamoros
Este jueves, se hallaron restos humanos y sangre durante un cateo para detener a un excolaborador de Cuauhtémoc Blanco. La Fiscalía Anticorrupción buscaba al exdirector del Fideicomiso Lago de Tequesquitengo, Dionicio Emanuel “N”, y al ingresar a un domicilio dieron con la escena.
En 2013, el FBI publicó un artículo señalando que las actividades de los cárteles y el crimen organizado habían recibido “mucha atención y debate”, pero poco se había abordado las partes espiritistas “más oscuras” de la guerra contra las drogas.
El investigador Robert J. Bunker apuntó que con los años tras el inicio de la guerra contra el narcotráfico, miembros de cárteles han buscado formas de “racionalizar” sus actividades criminales, ya no a través del Catolicismo tradicional sino de otras creencias.
Esto nos remonta a décadas atrás, cuando un estudiante universitario estadounidense, Mark Kilroy, fue privado de la libertad y luego asesinado en Tamaulipas a finales de la década de los 80s.
El caso de Kilroy comenzó cuando fue privado de la libertad durante una fiesta en el distrito rojo de Matamoros (Tamaulipas), historiadores señalaron que estaba relacionado al culto de drogas del que fue víctima, ya fuera que estuviera comprando o fuera parte de la red de tráfico del capo Adolfo de Jesús Constanzo.
Constanzo decía a sus seguidores que si cumplían un ritual matando personas y luego comiéndolas, esto haría posible que “nadie los viera”.
Cuando fue capturado el narco Serafín Hernández y otros tres allegados a Constanzo fueron obligados por la policía a desenterrar los cuerpos que habían mencionado estaban en un rancho, en este se encontraron 15, todos ellos mutilados.
Este caso se presentaría en los medios como “la secta de los narcosatánicos”, quienes aparte de los asesinatos estaban involucrados en el tráfico de droga, incluso en el rancho se encontraron toneladas de esta que fue incautada. Constanzo, de origen cubano estadounidense, fue criado por su madre adolescente (15 años al nacimiento) y quien era creyente de santería, más adelante en su vida ambos aprendieron vudú en Haití.
Siendo adulto se mudó a la Ciudad de México, donde buscó ser actor, pero al no tener éxito ofreció sus servicios de lector de cartas y mago. El éxito que tuvo lo acercó a figuras como políticos, empresarios, actores y narcos.
Por más dinero intentó entrar al mundo del narco, pero fue rechazado en la capital por lo que se trasladó a Tamaulipas donde estableció una red para el tráfico, al tiempo que realizaba sacrificios humanos y otros rituales, pero su reinado terminó cuando por la desaparición de Kilroy las autoridades comenzaron a perseguir a su banda.
Capturado Serafín, Constanzo y otros miembros huyeron a Ciudad de México, encontrando su fin tras un enfrentamiento armado.