Los amigos de Fecundino se asombraron al verlo ir por la calle con un bebé en los brazos. Explicó él: “Rompí relaciones con mi novia, y me devolvió todo lo que le había dado”. La linda Susiflor rechazó la invitación de Pitorraudo: “No puedo salir con un perfecto desconocido”. “Su actitud me favorece, señorita -replicó el untuoso tipo-. Lejos estoy de ser perfecto”. El marido sorprendió a su mujer en brazos y todo lo demás de un individuo que a las claras mostraba tener familiaridad con ella, pues le decía “mamacita” y le hacía preguntas de marcado tono erótico tales como: “¿De quén son eshtas cochotas?”. Antes de que el furioso cónyuge pudiese articular palabra habló la pecatriz: “Siempre decías que tú y yo éramos el uno para el otro. Éste es el otro”. Incontables cubanos han salido de Cuba. Innumerables venezolanos han dejado su país. Miles de nicaragüenses han escapado de la dictadura que tiene asolada a Nicaragua. Me desasosiega el temor de que el régimen que se ha apoderado de México escale sus excesos populistas hasta obligar a muchos mexicanos a abandonar su solar nativo, sea por la pobreza, por esos extremos dictatoriales o por la creciente inseguridad reinante en el territorio nacional. Si el Misterio no dispone otra cosa yo jamás saldré de México. ¿A dónde iría a mis años? ¿Podría acaso dejar el sitio donde duermen el sueño de la paz la amada eterna, mis padres, mis abuelos y todos los queridos muertos que en mí siguen viviendo? A mi edad la Patria es el pequeño rincón en el que habito con mis libros, mi música y mis películas de antes y de siempre. Ah, y mi bata y mis pantuflas; y el cafecito con que empiezo el día; y el desayuno de los domingos con los niños del Zaragoza, niños de 86 años, mis queridos compañeros de la primaria en el colegio lasallista; y la cena con mis hermanos en el Viena, el café de mayor tradición en Saltillo; y la reunión de los miércoles con mis hijos, mis sobrinos y mis nietos; y las idas al rancho del Potrero en compañía de mi hija Luly, ese ángel de la guarda que heredó todas las cualidades de su madre y ninguno de los defectos de su padre; y mi trabajo de todos los días, por cual estoy en comunicación -en comunióncon mis cuatro lectores; y mi deambular por mi ciudad, de gente buena que el otro día me aplaudió cuando entré a un restorán y que en la calle me grita: “¡Ese Catón!”. “¡Hey, Catón!”, “¡Síguele, Catón!”, y otras expresiones que me regalan días de vida. No, no saldré nunca de México, aunque México sea ahora un cochinero. Me indigna -todavía soy capaz de indignarmecuando veo el desdén absoluto que muestran a la ciudadanía los actuales detentadores del poder, los hombres y las mujeres de la 4T, los capitostes de Morena y sus lacayos. Difícil será encontrar otra muestra mayor de menosprecio a los ciudadanos que la burda maniobra por la cual se pospuso hasta dentro de 5 años la timorata ley contra el nepotismo anunciada por la Presidenta Sheinbaum, echada abajo (la ley, digo) para permitir que algunos morenistas con cargos de poder los hereden sin estorbo alguno a su ávida parentela. En mi ciudad se usaba el término “anca” para decir “a casa de”. “¿A dónde vas?”. “Anca mi tía”. Había en Saltillo dos hoteles cuyos propietarios se apellidaban respectivamente Garce y Bron. No es difícil imaginar las chocarrerías a que daba lugar la combinación del vocablo “anca” con esos apellidos. Pues bien: la postergación de la abortada ley contra el nepotismo nos reafirma en el convencimiento de que la voz de mando en México no sale del Palacio Nacional, sino de anca La Chingada. FIN.