Decía Aristóteles que la prudencia es la guía y la madre de todas las virtudes, bajo esa óptica vale reconocer que el gobierno de México ha tomado el mejor camino, por ahora, en relación a las amenazas y embestidas del presidente norteamericano Donald Trump.
Además y tal como lo anticipamos en este espacio, no se han presentado hasta el momento los desastres que se veían venir en contra de nuestro país, eso sí Trump ha sido hábil para cautivar a sus seguidores y crear un ambiente de patriotismo que fascina a los norteamericanos.
Al mismo tiempo ha fomentado el temor y la incertidumbre entre los países extranjeros, sin embargo hasta ahora son demasiados los discursos y las órdenes ejecutivas firmadas y pocos los hechos concretos.
En el ámbito de inmigración, sin duda, transformará la dinámica como sucedió durante su gestión del 2016 al 2020, la frontera con México será menos fácil de cruzar y se incrementarán los deportados en los próximos meses.
Al final del día el flujo de indocumentados se reducirá porque seguramente México acordará cerrar sus fronteras y porque los migrantes preferirán esperar mejores tiempos para buscar el sueño americano que hoy en día luce como una pesadilla.
Estados Unidos tiene el derecho a contener el flujo de migrantes que durante el gobierno de Biden se disparó de forma alarmante, México a su vez no tiene por qué ser receptáculo de migrantes que son expulsados por los gobiernos incompetentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, entre otras naciones.
Nuestro país tendría también que corregir muchas políticas para evitar que nuestros connacionales emigren al vecino país ante la pobreza y falta de oportunidades que priva en muchas regiones.
Hay que recordar que la persecución contra indocumentados no es nueva, en distintos momentos de la historia se han presentado acciones agresivas en contra de nuestros paisanos y de otros migrantes, incluso por parte de administraciones demócratas.
El 1o de octubre de 1994 -hace treinta años-el gobierno de Bill Clinton implantó la "Operación Guardián" que marcó el arranque de la militarización de la frontera sur y de la construcción del muro en la línea divisoria, ocasionó además la muerte de unos 7 mil inmigrantes que perdieron la vida al intentar cruzar la frontera por regiones inhóspitas.
Sin duda este fue el programa que dio rienda suelta a las políticas inmigrantes agresivas que siguieron varios presidentes y que hoy se repiten con Donald Trump.
Sobre los cacareados aranceles en contra de México y Canadá, socios de Estados Unidos, sorprendió que no fueran anunciados en la toma de posesión del nuevo mandatario.
A pregunta expresa, Trump deslizó la posibilidad de aplicarlos a partir del 1º de febrero y un día después la verdad salió a flote: el nuevo gobierno presiona para renegociar el tratado comercial México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) este mismo año y no en el 2026 como estaba pactado.
Trump firmó este acuerdo en el 2018 con Enrique Peña Nieto y Justin Trudeau, sabe que aplicar aranceles será contraproducente así que prefiere alcanzar un tratado que le favorezca a su país. No le conviene, pues, poner aranceles unilateralmente, aunque ha sido hábil para utilizarlos como amenazas para varios países, incluyendo Rusia.
Habrá que seguir de cerca algunos anuncios de Trump que presagian tormentas como la toma del Canal de Panamá, la eliminación de la ciudadanía norteamericana a hijos de indocumentados y acciones en el sector salud donde el presidente mantiene una postura conservadora como en el tema de las vacunas.
Una decisión firme fue la de reconocer por parte del gobierno federal la existencia de solo dos géneros: hombre y mujer. Con ello intenta dejar atrás las tendencias liberales que han llegado en Estados Unidos a niveles absurdos.
Otra sólida acción de Trump fue presentar la renuncia de Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS), institución que fue muy criticada por el manejo de la pandemia del Covid, entre otras crisis sanitarias.
En efecto vienen tiempos complicados para Estados Unidos y para el mundo, pero también tiempos interesantes porque los cambios generan oportunidades y la posibilidad de emprender mejoras.
Para México esta coyuntura puede ser fantástica si se aprovechan los ajustes que se darán en materia económica, social y política. Quizás seamos un tanto ingenuos, pero vemos en la llegada de Trump la oportunidad de crear una sólida y duradera alianza con Estados Unidos y Canadá que hemos tenido a la vuelta de la esquina.
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