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Dinamitero

JESÚS SILVA-HERZOG

ÁTICO

Un grupo diminuto de niños con inmenso poder tiene en sus manos al mundo. Trump ha regado dinamita por todos lados.

En qué película distópica hemos despertado? La trama es espeluznante, los personajes aterradores y ridículos. Un grupo diminuto de niños locos con inmenso poder tiene en sus manos al mundo. El protagonista es el megalómano entusiasmado por la destrucción que siembra. Un gobernante que se deleita en la humillación y la crueldad. A su lado, un rico desquiciado convencido de que está salvando a la humanidad y que ha recibido la instrucción de reinventar el gobierno como si fuera otro de sus juguetes tecnológicos. Todos los grandes barones de la tecnología rendidos ante el poder. Las alianzas vitales de la seguridad mundial puestas en riesgo. A los peores charlatanes se les encarga el cuidado de la salud, se les rinde homenaje a los delincuentes y se les confieren enormes responsabilidades a los tipos más reprobables. El nuevo emperador juega a las conquistas y a ponerle su nombre al mapa. Amenaza a todos, menos a quienes son, realmente, sus adversarios. No oculta ya su admiración por la dictadura.

No ha cumplido un mes en la Casa Blanca y Trump ha regado ya la dinamita por todos lados. La ha espolvoreado por el mundo con su amenaza de guerra comercial. Más allá de las decisiones que haya concretado, ha puesto a temblar la economía mundial. La causa que justifica su intervención es, por definición, unilateral y caprichosa. El país está en peligro y eso lo justifica todo. Cuando se invoca la seguridad nacional para legitimar una decisión comercial, estamos en presencia de una lógica militar. Lo importante es que la amenaza se instale como atmósfera cotidiana. La bomba de los aranceles debe ser temida por todos, todo el tiempo. El acuerdo de hoy por la mañana puede convertirse en el castigo de la noche.

La dinamita trumpiana se ha rociado en la administración misma. Para los radicales que gobiernan ese país, todo está sujeto a revisión. El mandato de la elección es pintado en esos términos: la gente votó por un cambio radical y eso es lo que está haciendo el gobierno de Trump. Sobre toda la estructura del gobierno federal cuelga la navaja caprichosa de Elon Musk. El hombre que es un conflicto de interés con síndrome de Asperger tijeretea programas, cierra oficinas, despide funcionarios como si estuviera remodelando la cocina de su casa. La marcha regular de la administración y la idea de los derechos son para esta tribu absolutamente irrelevantes.

La diplomacia dinamitera dio cátedra hace unos días en Munich. Entre dos guerras, el vicepresidente de Estados Unidos fue a Europa para decirle a sus aliados que la verdadera amenaza a la seguridad internacional es. Europa. Para Vance, el peligro que enfrenta el mundo no es la dictadura en expansión de Rusia, ni la pujanza económica y tecnológica de China, sino los consensos europeos. Al conservador no le indigna la violación de la integridad territorial de un país vecino, sino la determinación de los partidos moderados de rechazar el extremismo. El vicepresidente tomó la palabra para insultar a sus anfitriones. Consiguió dejar muy en claro que Europa no puede ver a Estados Unidos, bajo Trump, como un socio confiable. Las reacciones de los mandatarios europeos, empezando por Macron, lo dejan claro. Vance dejó sin respuesta la inquietud de los encargados de la seguridad europea, pero logró sembrar una ansiedad profunda entre los aliados militares de su país. El contraste de este episodio con lo que sucedió hace ocho años no podría ser mayor. En la primera Presidencia de Trump, sus enviados fueron a tranquilizar a sus aliados y lo lograron en buena medida. Hoy el vicepresidente y el secretario de Defensa fueron a transmitir con toda altanería que Estados Unidos se desentiende de la alianza atlántica. Fueron a depositar dinamita en la OTAN.

La estrategia trumpiana en el frente internacional es clara: deslegitimar a los partidos del centro y prestigiar al extremismo. El gobierno hace causa común con los partidos de la extrema derecha europea y utiliza todos sus instrumentos para favorecerla electoralmente. Las formas diplomáticas han reventado. Y mientras en Europa insulta a sus aliados, Trump limpia la vajilla para cenar con un criminal de guerra y respaldar su conquista territorial.

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