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El 'caudillo oculto' de Zedillo

Raúl Rodríguez Cortés

Ha sido el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León quien le puso el cascabel al gato al exigir a Claudia Sheinbaum que se desempeñe como "… una presidenta de verdad", porque consideró inaceptable que "el poder real e inmenso lo ejerza un caudillo instalado oculto en la oficina anexa a la Presidencia de la República".

No mencionó el nombre de ese "caudillo oculto", pero la audiencia congregada en el auditorio del ITAM -recinto ideológico de Zedillo y los suyos- entendió sin la menor duda que hablaba del también expresidente Andrés Manuel López Obrador. Tal andanada crítica fue de las pocas que se hayan pronunciado públicamente.

El expresidente Zedillo dijo, entre otras cosas, que la democracia en México ha sido destruida por una autocracia, que vamos hacia la tiranía de un Estado policial y, en suma, que la situación del país es muy grave.

Pero, sobre todo, dijo con todas sus letras lo que muchos ven sin atreverse a poner el punto sobre la i: que AMLO ha instaurado un "Maximato" parecido al que ejerció entre 1928 y 1934 el llamado "jefe máximo de la Revolución", Plutarco Elías Calles.

El cacique revolucionario potosino Gonzalo N. Santos describe ese período de la historia con una sencillez abrumadora: "Todos parecíamos los perros del jefe máximo, y ladrábamos a su gusto", lo que el ingenio popular refrendó agudamente con la frase "Aquí vive el Presidente, pero el que manda vive enfrente".

Calles, fundador del Partido Nacional Revolucionario (antecedente del PRI) con el que sustituyó la dictadura personal de un caudillo por la dictadura impersonal de un partido hegemónico para pacificar y unificar al país después de la Revolución, impuso y dominó a tres de los gobiernos que lo sucedieron: Emilio Portes Gil (interino tras el asesinato de Álvaro Obregón), Pascual Ortiz Rubio (electo, inepto y dimitente) y Abelardo Rodríguez (interino).

Pero Calles, el poder tras el trono durante seis años, topó con pared tras la elección de Lázaro Cárdenas del Río, quien lo expulsó del país por alta traición el 9 de abril de 1936.

Es percepción generalizada a partir de hechos que se han dejado ver, que AMLO ejerce una enorme influencia, por decir lo menos, sobre la presidenta Claudia Sheinbaum.

Ella ha argumentado que es normal que haya coincidencias de fondo entre dos piezas fundamentales del movimiento político que los llevó al poder.

Eso se entiende con las reformas constitucionales que López Obrador propuso todavía en su mandato y que se concretaron ya en el de Sheinbaum.

Lo que no se justifica con ese argumento y que inocultablemente sugiere subordinación es, por ejemplo, la imposición de cuadros incondicionales de AMLO en el gabinete de la Presidenta y en los liderazgos parlamentarios de Morena o el control del partido-movimiento a través de su propio hijo o el constante elogio que hace ella a su antecesor.

Si AMLO, como ha dicho hasta la saciedad, realmente le tiene a Sheinbaum el amor de un padre que le hereda el poder a una hija o hijo y la considera una política más preparada y calificada que él, por lo que mejor gobernará a México, debería mandar cuanto antes mensajes contundentes de que él no es el poder tras el trono.

De otro modo, el nuevo "Maximato" de hoy terminará con una ruptura política como la que ocurrió con el de ayer. No dudo que la presidenta Sheinbaum ya sabe a estas alturas que el poder no se comparte. Sí dudo que AMLO quiera renunciar al enorme poder político que ha ejercido durante los últimos años.

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@RaulRodriguezC

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