Con cierta frecuencia oímos pláticas y leemos textos que tratan de un personaje no siempre entendido por los conversadores, pero que se repite en ocasión de algunos acontecimientos donde está implicado un castigo, se trata de El Chivo Expiatorio.
Esta figura procede de la cultura semita, y más exactamente de los hebreos, y la conocemos a través del Antiguo Testamento.
El chivo expiatorio es una persona a la que se culpa a sabiendas de que es inocente, y luego se le condena para que el verdadero culpable salga exonerado de todas las penas. En ocasiones, este chivo no toma el lugar de un culpable, sino que los juzgadores condenan a alguien solamente para justificar su chamba y hacer creer a los demás que son eficientes en la labor que les encomendaron.
En este caso no se trata de errores en los procedimientos judiciales, sino de condenas amañadas, con pleno conocimiento de la inocencia de la víctima, aunque cuando hay algún chivo expiatorio no forzosamente se trata de un proceso legal, sino de condenas de otra índole, como políticas, sociales y hasta familiares.
En el capítulo 16 del libro del Levítico, Yahvé ordena a Aarón que escoja dos chivos, el primero servirá para expiar los pecados del mismo Aarón y será degollado por éste en su calidad de sacerdote, el segundo cargará con los pecados de todos lo demás israelitas luego de una ceremonia, que consiste en que el sacerdote tomará por los cuernos al chivo y pronunciará un pequeño discurso por el cual traslada todas las culpas del pueblo sobre este (hasta ahora) inocente animal, luego será sacrificado para expiación de ellas, de modo que todos queden limpios de pecado. La forma en que pagará por los errores de los hebreos es morir de sed y hambre en el desierto a donde es conducido para que se ejecute la sentencia de muerte por los yerros de todos los hijos de Israel.
La imagen del chivo tiene una connotación más bien negativa, su figura, no muy agradable a los ojos de los hombres, nos lleva a creer que es un animal más inclinado al mal que al bien, además, nos referimos a este viviente en género expresamente masculino, pues no decimos cabra, sustantivo que designa tanto al macho como a la hembra de esa especie, sino precisamente chivo para no dejar ni la menor duda de que se trata de un macho o una imagen de los humanos varones. Muy distinto es el cordero, que tiene una apariencia abullonada y agradable, además no es agresivo ni hace escándalo cuando es sacrificado, por eso a este animal se le atribuyen propiedades bondadosas, a diferencia del chivo, que en algunas culturas representa al demonio, y otras veces a personas libidinosas, como los sátiros en la mitología griega.
Entonces, el chivo expiatorio no es un ser completamente inocente, su imagen nos causa una cierta desconfianza y nos hace pensar que algo tiene que ver con la maldad, por tanto, en el caso del chivo expiatorio se trata de la condena a un inocente por una culpa inexistente, pero que no está exento de toda maldad, como lo representaría el cordero.
Expiar significa borrar o limpiar una culpa mediante una acción del culpable (cumplimiento de una pena). Viene de la preposición latina Ex, que tiene la connotación de sacar algo, y el sustantivo también latino Pius, que quiere decir piadoso, respetuoso u hombre bueno. Entonces, el acatamiento a una condena saca al piadoso de una situación de culpable y lo restaura, lo regenera o lo deja en el estado anterior a la culpa, es decir, lo ex-pía.
No debemos confundir la expiación con la amnistía, el perdón o el indulto, pues estos tres últimos se refieren a una labor de la autoridad donde el culpable no interviene en la acción sino como beneficiario, en cambio la expiación se refiere a un ejercicio de reembolso o satisfacción al ofendido que hace el culpable.
Infeliz el chivo que, sin deberla ni temerla, fue abandonado en el desierto para que muriera de hambre y sed a causa de los pecados de los hijos de Israel. Ellos, en cambio, le dieron vuelo a la hilacha y se quedaron muy campantes sin sufrir las consecuencias merecidas.