">

EDITORIAL Caricatura editorial Columnas editorial

Columnas

El espejo canadiense

LUIS RUBIO

Es frecuente escuchar la broma de que Canadá y México tienen un problema en común. Efectivamente, en contraste con las naciones europeas, donde hay grandes y chicas, pero ninguna abrumadora, las dimensiones y trascendencia de nuestro vecino común entrañan características singulares. Tanto Canadá como México optaron desde hace décadas por convertir a Estados Unidos en una oportunidad para su desarrollo económico; sin embargo, cada una de estas naciones actúa de manera muy distinta y el efecto de esas diferencias es una mucho mayor inestabilidad e impredecibilidad para el lado mexicano.

Aunque la mayoría de los canadienses habla inglés, su cultura es muy distinta y contrastante con la estadounidense. Más europeos en su comportamiento y organización social, los canadienses se precian de sus diferencias respecto a los estadounidenses. Sin embargo, hace muchas décadas decidieron que su futuro económico se beneficiaría grandemente de una estrecha vinculación con su vecino sureño.

Desde los sesenta establecieron el primer acuerdo comercial formal sobre el sector automotriz con el llamado "auto pact" que no sólo vinculó a las dos naciones en su corazón industrial (sobre todo, al inicio, la provincia de Ontario con el estado de Michigan) para convertirla en la zona más activa del mundo en intercambios industriales en materia automotriz. Décadas después negociaron un tratado de libre comercio entre las dos naciones, seguido poco tiempo después, cuando México se sumó, por el TLC norteamericano, conocido como NAFTA.

Más allá de la formalidad, los canadienses reconocen la trascendencia crucial de sus vínculos económicos con Estados Unidos y han desarrollado estrategias sistemáticas y permanentes para asegurar que nada ni nadie ponga en entredicho la viabilidad de las estructuras (los tratados) que los sustentan. El contraste con México es extraordinario y notable. Para los canadienses no hay duda alguna de la necesidad de nutrir y preservar los vínculos políticos que hacen posible el exitoso funcionamiento de su economía. En consecuencia, dedican ingentes recursos a la preservación de esos vínculos.

No es que Canadá sea altruista ni que se haya vendido a los estadounidenses. La lógica de su actuar está fundamentada en el mejor interés nacional canadiense: ellos reconocen la centralidad de Estados Unidos para su bienestar y, por y para ello, invierten tiempo y recursos para avanzar sus intereses en todos los ámbitos de decisión dentro de Estados Unidos. Cada ministerio federal, así como los premieres provinciales visitan a sus contrapartes, tienen presencia en el Congreso y Senado estadounidenses y presentan la evidencia de la trascendencia PARA Estados Unidos de la economía canadiense. En términos económicos, se dedican a proteger sus cadenas de suministro y a abogar por los intereses de su nación. En adición a ello, asumen como suyas las prioridades norteamericanas en ámbitos como el de las relaciones con China (ej. bloqueando a Tik Tok y a Huawei), todo con el objetivo de evitar ser blanco de la ira política estadounidense, recientemente exacerbada por el nuevo presidente. Aceptan ciertas limitaciones en aras de lograr el bienestar general, sin ceder ningún principio fundamental.

México vive de las exportaciones a Estados Unidos. Las cadenas de suministro que cruzan las tres naciones norteamericanas son cruciales para la producción de toda clase de bienes y la aportación mexicana al proceso es no sólo crítica para el conjunto, sino trascendental para la propia economía mexicana. Las exportaciones se traducen en demanda de bienes y servicios internos y éstos generan actividad económica en todo el territorio nacional. Si fuésemos canadienses, estaríamos dedicados en cuerpo y alma a proteger la permanencia del mecanismo que hace posibles esas exportaciones y su contraparte en la forma de inversión extranjera. Sin embargo, a pesar de que México montó una muy ambiciosa estrategia política en los noventa para lograr la aprobación del TLC original (NAFTA), ese ejercicio desapareció del mapa a partir de entonces. Y ahora vemos las consecuencias...

Es obvio que México enfrenta una problemática distinta a la de Canadá, toda vez que ha sido blanco interminable de ataques por parte de políticos estadounidenses, sobre todo por la migración, las drogas y la violencia que ejerce el crimen organizado, parte de lo cual trasciende hacia su país. Es evidente que estos son asuntos que claramente nos competen y afectan tanto o más a México que a Estados Unidos, pero los gobiernos mexicanos han hecho casi nada por enfrentarlos en México y han sido completamente negligentes en actuar en términos políticos dentro del ámbito de nuestro vecino. Mucho se ganaría de actuar decisivamente en estos ámbitos internos para mejorar las perspectivas del T-MEC, pero esto debe ser en adición a una estrategia debidamente concebida dentro del aparato gubernamental norteamericano.

En 1961 John F. Kennedy podía decir que "La geografía nos ha hecho vecinos. La historia nos ha hecho amigos. La economía nos ha hecho socios, y la necesidad nos ha hecho aliados". El presidente Trump jamás pronunciaría una frase así, pero México debería dedicarse a asegurar que al menos la sociedad y la amistad comiencen a restablecerse a partir de ahora...

@lrubiof

ÁTICO

Los canadienses saben cómo relacionarse con los americanos para proteger sus intereses; algo que nosotros no hemos contemplado.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en: Columnas editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2357832

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx