Si atendemos la Historia de los países, hemos de reconocer que los Estados Unidos de Norteamérica se han convertido en el gran país que son debido a dos elementos aparentemente heterogéneos: el primero, el haberse previsto de una sola Constitución o Carta Magna que desde 1787 sigue vigente hasta el día de hoy, debido a que supo preservar desde el primer momento-entre sus líneas-la realidad histórica y sociológica del pueblo para el que fue escrita; y el segundo, el gran aporte que desde entonces esta nación ha recibido del aporte singular que en ella han hecho los inmigrantes.
En la década de los ochentas, Milton Friedman refirió que en lo que respecta a la migración ilegal esta le parecía una cosa buena, siempre y cuando siguiera siendo ilegal puesto que en tanto esta práctica humana no estuviera en pleno reconocida o reglamentada, las personas no tendrían derecho a exigir ni seguridad pública, ni asistencia social ni sistema de salud o demás servicios por parte del Estado. Pese a ello, las personas continúan migrando entre países sin gozar de estos derechos para solicitar los trabajos que por lo general los oriundos de la nación huésped evitaría realizar.
Sin embargo, para desgracia de Friedman, aun desde el pragmatismo económico más certero, cabe señalar que este aún este tipo de migración que queda al margen de la Ley, ostenta en nuestros días un lado muy oscuro.
Durante la última década ha habido un flujo migratorio exorbitante hacia la nación de las barras y las estrellas, al grado de generarle no solo déficits en materia económica sino también una oleada de inseguridad y crímenes como pocas veces se había visto anteriormente.
Durante este periodo en particular se establecieron una serie de programas por parte de la Administración gubernamental para brindar a este tipo de migración una serie de beneficios que iban desde prórrogas para que estos pudieran establecerse legalmente hasta ayudas y hasta ciudades santuario aprovechando ciertos huecos en la legislación vigente que incentivaron de manera aún mayor el cruce por la frontera sur, permitiéndoles quedarse tranquilamente en su territorio. Desafortunadamente, estas lagunas legales tanto como esta misma situación fue de inmediato aprovechada por varias organizaciones criminales tanto para hacer negocio con el tráfico inhumano de personas como para introducir a miembros de cárteles al igual que droga y contrabando de manera indiscriminada.
Hasta la fecha, no existe ningún país que no disponga de fronteras propias, de una serie de leyes y estamentos que se deben obedecer al ingresar dentro del mismo, y protocolos básicos tanto como necesarios de salubridad al igual que de seguridad pública en cuanto a los individuos que desean ingresar al mismo, por lo que pretender que esto sea desatendido no solo es irracional sino hasta injusto por el peligro que la no observancia de lo anterior conllevaría para bien común.
Independientemente de la prosperidad, la estabilidad y la extensión territorial que pueda poseer un Estado o Nación determinado, en ningún caso se puede ni debe permitir el que millones de individuos provenientes de varias partes puedan ingresar en su interior sin que estas sean debidamente referenciadas y examinadas lo mismo en su estado de salud personal que en sus propósitos e intenciones de ingreso, y lo anterior sin contar la enorme sobrecarga que su presencia terminaría repercutiendo como sobrecarga tanto en su infraestructura, su ordenamiento y sus servicios públicos.
Por otra parte, bien cabe el reconocer el hecho de que ningún país del mundo ha brindado tantas oportunidades ni recibido abiertamente a más inmigrantes que los Estados Unidos ni en Europa ni en Asia, y ni siquiera en las naciones hispanoamericanas de nuestro continente, y esto puede contabilizarse perfectamente desde el siglo pasado hasta la fecha, sin error a equivocarnos.
La disparidad y la asimetría existe ciertamente en la delgada línea azul que nos separa a partir del Río Bravo, pero esto no elimina el derecho a exigir justicia de norte a sur y de sur a norte en materia de equidad y coexistencia, ni tampoco puede llegar a ser impuesta ni exigida desde el resentimiento por un pasado de conflictos ni desde la ilegalidad que ponga en riesgo a ambos países.