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El legado de Jimmy Carter a la Democracia

ENRIQUE SADA SANDOVAL

El 9 de Enero del 2025, con la asistencia armónica de grandes personalidades ideológicamente opuestas, entre los que se vio al Presidente Trump charlando muy afable con Obama, se llevaron a cabo los funerales de Estado del expresidente estadounidense James Carter.

El hombre sencillo que presidió los destinos de la nación más poderosa del mundo entre 1977 y 1981 falleció en su casa de Plains, Georgia, a los 100 años de edad, convirtiéndose hasta ahora en el mandatario más longevo de su país.

Como Gobernador de su natal Georgia, James "Jimmy" Carter resultaba casi un desconocido para el público estadounidense antes de su candidatura presidencial; algo que significó una gran ventaja a la hora de contender para recuperar la confianza perdida en el Gobierno norteamericano después de la Guerra de Vietnam y los escándalos políticos de Watergate con los que Richard Nixon terminó por empañar su mandato antes de renunciar a la presidencia.

Por si lo anterior fuera poco, Carter también se vio obligado a afrontar no solo los retos de casa sino los de una época como lo fue una economía deteriorada con hiperinflación y tasas de interés de dos dígitos, después de la crisis energética y financiera que distinguió a la década de los setentas a nivel mundial.

Sin embargo, aunque neófito en política exterior-pero movido por sus valores cristianos- logró focalizar sus esfuerzos en defensa de los derechos humanos lo mismo trabajando por la paz en Medio Oriente que confrontando la hegemonía brutal de la Unión Soviética en su momento, gracias a la influencia del legendario Zbigniew Brzezinski, que fue su asesor en materia de relaciones exteriores.

En el ámbito de la Diplomacia propia de la Guerra Fría, más allá del Glasnost y del Détente, el presidente Carter destacó durante su mandato por sus contribuciones generales a la paz y la seguridad internacionales, como en el caso de los históricos Acuerdos de Campo David, logrando firmar el Tratado de Paz de 1978 entre Egipto e Israel que sigue vigente.

Destacan también como otro de sus grandes logros lo que en su momento se convirtieron en las Conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas que derivaron en la firma del Tratado SALT II de 1979 entre los Estados Unidos de Norteamérica y Rusia (que limita la proliferación de armas nucleares) y los Tratados del Canal de Panamá, que permitieron que la gran vía fluvial y comercial que une el Océano Pacífico y el Atlántico volviera a pertenecer a Panamá en 1999.

Su reputación en la escena internacional se vio reforzada con la concesión del Premio Nobel de la Paz y la creación de una importante sede de diplomacia y resolución de conflictos globales: el famoso Centro Carter, que aboga por la democracia y los derechos humanos en todo el mundo.

Tras dejar el cargo, luego del ascenso de Ronald Reagan, centralizó su atención en abordar los retos mundiales de la desigualdad, los derechos humanos, la vivienda inadecuada, la justicia y el desarrollo social.

En efecto, como cabeza de lo que el mismo fundaría como ONG a favor de la Libertad y el Desarrollo Humano, el expresidente se convirtió en un gran benefactor no solo en su país sino también a nivel mundial, logrando establecer la sana costumbre de enviar a Observadores Electorales para velar por la transparencia de los procesos democráticos en países del Tercer Mundo, estableciendo también el sistema junto con la aplicación para la metodología del Conteo Rápido durante las votaciones-algo que logró establecerse en México a fines de los noventas y que persistió con éxito, antes de la cooptación de las instituciones democráticas y autónomas en el 2024.

Tal fue el compromiso de Carter con en pro de los derechos humanos y la paz mundial, desempeñando un gran papel como figura clave en la mediación de conflictos, la supervisión de elecciones, la promoción de la democracia y la erradicación de enfermedades.

Su intervención generosa, por encima de politiquerías, le permitió asistir a muchos y servir a tantos más allá de su Patria y sin importar la etiqueta mezquina de las nacionalidades, a la hora de salvar vidas e instituciones humanas.

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