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El Plan México y la salud fiscal para cumplirlo

JULIO FAESLER

Se han lanzado en múltiples ocasiones planes para desarrollar los recursos que México tiene y que todos sabemos que son suficientes y abundantes para lograr que la población goce del nivel de calidad al que aspira.

Los pobres resultados que hemos obtenido a lo largo de las últimas décadas no han alcanzado los niveles que corresponderían a los frutos que debieran de rendir los elementos humanos y materiales con los que contamos. La verdad es que, por ello, siempre nos hemos quedado atrás.

Ahora, con el anglicismo de los primeros diez (top ten), se nos propone alcanzar la meta propuesta. Como si el país fuera objeto de una valoración de un producto comercial. Formas neoliberales de calificar un triunfo del esfuerzo nacional y no meta suprema para una sociedad de inspiración humanista.

La razón por la que no hemos alcanzado un lugar predominante de desarrollo nacional está en que nuestra sociedad no está ni siquiera convencida de esta meta como válida ni mucho menos alcanzable. Esta situación psicológica nos ha restado pujanza y confianza en nosotros mismos.

El intento de AMLO se caracterizó por pretender que la porción mayoritaria de la población, la popular, fuera capaz de sacar adelante aquello que el sector privilegiado se obstinaba en desviar hacia sus intereses personales. Su corrupción generalizada era señalada con índice de fuego

El Plan México que presentó el pasado lunes la presidenta no menciona esta destructiva fuerza que anida en nuestra cultura y, por lo tanto, sus muy ambiciosas y variadas metas son altamente vulnerables al hackeo de los propósitos de superación basada en nuestros propios recursos humanos y materiales. Se repite el esfuerzo, pero sitiado por la corrupción. Desviado el ejercicio de los elementos con los que cuenta, el país se ha visto en todo el siglo pasado y en el actual, en la imposibilidad de alcanzar la fijada meta de superación.

Los impuestos que el ciudadano ha pagado han sido secuestrados por abusos, despilfarros y desvíos. A su vez, los costos de la obra pública que el país requiere para su desarrollo han sido inflados para beneficiar los bolsillos personales. Un ejemplo es la refinería Dos Bocas cuyo presupuesto inicial fue de 8 mil millones de dólares y que resultó costando 20 mil millones de dólares, también, el Tren Maya arrancó con una expectativa de 150 mil millones de pesos y terminó costando 500 mil millones.

A lo largo de nuestra historia, no ha habido Presupuestos de Egresos suficiente para cubrir la corrupción, lo que ha originado la necesidad de ampliar financiamientos e incluso endeudarnos en el extranjero.

Nuestra experiencia ha sido siempre de incapacidad de cumplir con las propias metas impuestas por el desvío del dinero que se esfumó en obras y gastos innecesarios - como la Megafarmacia hoy extinta.

La corrupción ha sido el enemigo mortal del desarrollo equilibrado de nuestro país y hecho imposible de sujetar planes claros de desarrollo. Sin obediencia a los presupuestos es imposible esperar que la ciudadanía respete su obligación de aportar su esfuerzo personal en aras del bien colectivo.

En su momento, rompiendo con la tolerancia hacia prácticas corruptas que desvirtúan los presupuestos, el presidente AMLO giró instrucciones para que se combatiera de forma fulminante la evasión fiscal y que los grandes deudores que han venido lucrando de su falta a veces con amenaza de prisión. De esta manera, la recaudación fiscal en el año 2024 alcanzó metas muy superiores, representando un aumento importante respecto a la capacidad fiscal del gobierno.

El presupuesto federal para atender las necesidades de crecimiento económico y social, responsabilidad del gobierno, resultaba un porcentaje apenas de un simple 14% o 15% del PIB. Ahora se alcanzarán porcentajes que son más a tono con los del orden del 20% o más, conforme a los promedios de la OCDE.

El elemento anterior permite tener confianza en nosotros mismos pues nuestra propia capacidad es, sorprendentemente, el tema presupuestal.

En efecto, superando el lastre profundo de la corrupción, ahora reuniremos la energía fiscal adecuada que compruebe nuestra capacidad de salir adelante con la realización del Plan México.

A la luz de lo anterior, hoy parecen ser plenamente viables los ambiciosos propósitos en sus múltiples expresiones.

La corrupción dominada permitirá el ejercicio eficaz de los presupuestos. La capacidad financiera de México reside pues en su capacidad recaudatoria originada y en el esfuerzo de la acción producción privada. Lo anterior nos anuncia que la estabilidad social depende de la capacidad que tiene un gobierno moderno con fiscalización eficiente y honesta de satisfacer sus metas con sus recursos.

El Plan México encierra la posibilidad de hacer de México un país fiscalmente sostenible y por lo tanto, confiable internamente y a los ojos del exterior.

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