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El sueño musical del migrante Roberto Eloy Ramírez en Torreón

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El sueño musical del migrante Roberto Eloy Ramírez en Torreón

SAUL RODRÍGUEZ

Llega montado en su triciclo junto a sus pertenencias. Porta una sonrisa y cubre su cabeza con un gorro rojo. “¡Ahí viene el Moreno!”, anuncia el personal del comedor de la parroquia de Santa Cecilia, un lugar en la colonia Las Julietas dedicado, desde hace más de 20 años, a atender a los migrantes que pasan por Torreón. “El Moreno” es como los vecinos del barrio conocen a Roberto Eloy Ramírez, un joven de origen colombiano, criado en Honduras, que decidió quedarse en la ciudad, y cuyo sueño radica en dedicarse a la música.

Roberto apareció en redes sociales gracias a un video publicado el pasado 25 de diciembre, durante la visita que el cantante de jazz Alex Serhan realizó al comedor. Allí se le vio cantando reggae en su triciclo, sin más instrumentos que un micrófono y una pista reproducida en una bocina. Y es que cantar le da vida, asegura, le ayuda a levantarse cuando se siente decaído, sobre todo después de la muerte de su madre hace un año, pues no pudo regresar a Honduras para despedirse de ella.

“La música llega a mi vida, compa, porque Dios me da motivación, me da alegría, me da la sabiduría y tengo un talento y un don. Yo no puedo leer ni escribir, pero la música sale de mí mismo, porque es lo natural. No puedo leer nada, todo sale de mi mente, lo que dice el corazón, cosas bonitas que canto, que Dios me da para motivarme, para no sentirme triste. Después de la muerte de mi mamá, me siento decaído, me siento triste”.

“El Moreno” toma asiento sobre la banqueta, dice que, aunque nació en Bogotá hace 28 años, su tierra es Río Esteban, un pueblo costero del municipio de Balfate, en el departamento hondureño de Colón. Hace siete años abandonó ese lugar debido a problemas familiares. Entonces tiró para el norte, caminó, se montó en trenes, viajó sin rumbo fijo, bajo los rayos del sol y el brillo de las estrellas.

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La música lo acompañó durante ese largo camino. Al cantar, siente que Dios le manda un suspiro, un ánimo para no decaer. Pone el ejemplo. Toma un bote de plástico y lo emplea como tambor. Entonces improvisa y entona una melodía reggae. “¡Hey, hey! ¡No, no! No sé, que de una chica yo me enamoré”. Compone sus letras al aire. Solía hacer lo mismo en esas duras travesías sobre los trenes.

“Yo vine con una lata, así como la que traigo ahí. En el tren venía con una emoción y una alegría cantando. Y con una lata como esa me vine cantando desde allá. A mucha gente de aquí le gustó cómo empecé cantando. Nomás empecé a sacar mis pistas, y tenía una memoria (USB), pero me la ganaron (robaron). Conseguí otras pistas y empecé a comprar bocinas”.

En su triciclo también transporta una guitarra acústica que intenta reconstruir. Él mismo le ha hecho reparaciones, le colocó un puente nuevo y busca instalarle nuevas cuerdas. Aprendió a tocar el instrumento de manera autodidacta. Antes tuvo otra, pero también se la robaron. Culpa de ello a quienes se han perdido en el vicio y se meten a un humilde hogar que ha levantado en uno de los terrenos del barrio. Otro duro golpe emocional fue el de un propietario de un estudio, quien lo invitó a grabar sin darle regalías por sus canciones.

“La música es motivación, alegría, para olvidar los pensamientos malos, para alegrar a otras personas que están tristes, que están enojadas. Hay muchas diferencias de canciones, hay unas que te ponen triste y otras que te dan motivaciones. Hay unos temas de la música, depende de las palabras que digas, por amor, que ablandan el corazón de muchas personas y se le borra todo lo que es tristeza, el pensamiento malo, y ya le cambias la mentalidad”.

A la par de sus sueños musicales, Roberto Eloy trabaja recolectando botellas de plástico. De vez en cuando vende calabazas y, cuando se entera de que sacrificarán a algún porcino, compra el cuero y lo fríe para hacer chicharrones. También agradece que la comunidad del comedor lo ha apoyado mucho, comparte que incluso lo ayudaron para mandar dinero a Honduras cuando falleció su madre.

El migrante es consciente de que la situación para sus camaradas que viajan hacia Estados Unidos se complica cada vez más. Las políticas antimigrantes del país vecino se han recrudecido con la entrada del presidente Donald Trump, por eso aconseja a los viajeros a no tomar más riesgos y buscar oportunidades en sus lugares de origen.

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“Qué corazón de Trump, una persona tan racista, tan hipócrita; como dice la palabra, todo eso lo va a arreglar con Dios. Le digo a mis amigos que ya no sigan arriesgando a sus niños en ese camino que se viene sufriendo. Porque en el camino se sufre hambre, frío, picadas de zancudos, vienen con calentura y todo. Le digo a muchos camaradas, a muchos amigos, y primos, hermanos, familiares que vienen en camino, que busquen la manera de allá, en nuestro pueblo, de salir adelante. Hay que echarle ganas. Habrá días en que vendrán muchas bendiciones para nuestro pueblo. Nunca pierdan la fe”.

Roberto Eloy toma su guitarra y se dirige a la entrada del comedor. En fachada hay un mural con dos manos estrechándose, en referencia a la labor social que se practica en este sitio. El músico abraza su instrumento y sonríe a la cámara. Siempre habrá una buena cara que esperará tiempos mejores.

Interesados en apoyar la carrera de Roberto Eloy Ramírez o donarle algún instrumento musical, pueden comunicarse al teléfono 8717356031.

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