CON LA VARA QUE MIDES
Cuando juzgamos, no lo hacemos de la misma manera al tratarse de ti o de los otros. En nuestra historia somos los héroes y los demás los malos. Manejamos la realidad a nuestra conveniencia y algunas veces conscientes y otras inconscientemente la imponemos.
López Obrador hizo todo un escándalo sobre la conquista, exigiendo que los españoles pidieran perdón. ¿A quién? A los hijos de esos conquistadores. Él mismo tiene sangre española. Exagera en algunos puntos como las enfermedades que los españoles trajeron a estas tierras y que los autóctonos no estaban capacitados para enfrentar. ¿Y ellos, cómo iban a saber de esas consecuencias? En Europa hubo muchas pandemias de las que nadie se imaginaba su origen. En este siglo las ha habido mundiales. ¿A quién culpar? En la demagogia política funciona muy bien el manejar este tipo de situaciones. Juzgas y condenas sin base alguna.
Por la parte indígena, los aztecas realizaron acciones similares, pero a ellos no se les juzga con la misma regla. No provocaron pandemias, pero sí otro tipo de atrocidades.
Ellos también vienen de fuera, aunque a ciencia cierta no se sabe de dónde. Eran bárbaros y se aculturizaron al tener contacto con las culturas que los antecedieron. Al principio se tuvieron que supeditar a Azcapotzalco para después rebelarse y conquistar a los pueblos aledaños hasta convertirse en el imperio más grande de Mesoamérica. Tan conquistador fue uno como otro; más jamás se escuchó a nuestro presidente pedir perdón, a nombre de los aztecas, a los pueblos indígenas de nuestro país. Ahí no se aplica el mismo principio, aunque las acciones fueron las mismas y tal vez peores.
Los mexicas conquistaron, más no asimilaron a los otros pueblos. Tenían la obligación de consumir a los negociantes aztecas. Cuando se rebelaban, de nuevo los ejércitos iban en contra de ellos, jamás se unificaron.
Sus conquistas también tuvieron un impulso religioso; tenemos que recordar que los sacrificios humanos tenían como finalidad alimentar a sus dioses. Las guerras floridas en contra de los tlaxcaltecas tenían ese sentido; por eso, cuando Cortés llegó, no tuvo mucho problema para conseguir engrosar sus ejércitos, con pueblos subyugados.
Con la conquista mermó la población. Ya con los aztecas la había mermado. Ahuízotl sacrificó a 20,000 indígenas. Eso, hasta hoy, no ha sido refutado. Las consecuencias fueron que se perdió mucha mano de obra para realizar actividades como la agricultura, provocando hambruna.
Y si un pueblo es conquistador, ¿cuál es la razón de condenar a otros por serlo? Se intenta idealizar cierto tipo de situaciones para utilizarlas políticamente a conveniencia.
Hablamos de la crueldad de unos, pero no de la de los otros. Pizarro fue un personaje muy cruel y a los incas se les retrata como inocentes palomitas en Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega; lo cual, no fue tan cierto.
La historia de México la quieren rehacer según los intereses de los políticos actuales. En lo prehispánico hay mucha documentación perdida. Los hechos se pueden reinventar. Lo bueno es que actualmente hay mucha investigación sobre nuestro pasado; el problema es que hay pocos interesados sobre el tema y se dejan llevar por lo que otros dicen.
Otro de los mitos es que los aztecas eran avanzados. En lo único que estaban avanzados fue en la astrología. En la mayoría de los campos no era cierto; ni siquiera conocían los usos que se le podía dar a la rueda.
No querer darle el mérito al español es ignorar la historia del mundo. Se ha hecho a base de conquistas. Desde el principio de la historia, el hombre es conquistador o ha sido conquistado. Aún ahora se sigue jugando a lo mismo; el caso más patético es el de Rusia contra Ucrania.
La guerra no es lo mejor en las relaciones humanas; lo que no se vale es juzgar a unos y a otros no. Con la vara que mides, hay que ser medido.
Se pueden desconocer los hilos que mueven al mundo. Se pueden implementar sistemas idealistas que nunca han dado resultado. Se puede explotar la credulidad de las personas; a fin de cuentas, lo que es, es.