Cuando no hay mucho de qué hablar, podemos hacerlo de libros. Las redes sociales están atiborradas de lugares con esa información. Por lo general, son librerías españolas promoviendo sus novedades. Uno que otro particular presume el surtido que tiene; en temáticas se rompen géneros. Desgraciadamente, nuestras librerías no cuentan con promotores tan eficientes. Cuando te preguntan, ¿te puedo ayudar en algo? Les respondo: el que te puede ayudar soy yo, tengo muchos años de conocer este changarro y también de autores; por lo general, no me pierdo. Vengo en busca de lo nuevo y lo desconoces.
Aclaro: lo nuevo dentro de mis gustos; como en el súper, aquí hay de todo. En algunas cosas, como en pintura, poca variedad. Se saben el impresionismo y algún clásico.
Los que te quieren ayudar, no te ayudan; pero hay algunos que son sumamente serviciales, como Elisa, de Gandhi. Espero no haberle herrado en el nombre. Ella ya conoce mis temas y me puede guiar, o me evita que me ponga a buscar donde no hay nada.
Como cada semana voy a la librería, las novedades para mí son las de los últimos siete días. Si se publica tanto, aunque no tus temas. Si no hay novedades, ya te metes a buscar en lo que anda perdido por ahí. Nunca salgo sin mercancía. Por algo me han de ver bien.
La industria editorial como que debería de ser más creativa. Claro, hay temas que pronto llaman la atención, y todo el mundo quiere escribir sobre ellos. Pocos jalan de la hebra para descubrir si hay más- Caso, Julio Cesar, de moda hoy por Posteguillo. Es un tema muy quemado de tiempo atrás. Colleen Mc Cullough hizo una obra parecida, cinco o seis tomos hace 20 0 30 años. De Posteguillo me gustó que escribiera de otros y otras romanas; pero va a perder 11 años en dale con Cesar.
La estrella de los egipcios es Tutankamón. Durante mucho tiempo busqué de otros sin tener mucho éxito, hasta que al fin di con uno de Ramsés de la forma más tonta del mundo; estaba en el librero de mi padre. Tuve que utilizar su biblioteca como habitación, para ello, arrinconar el escritorio al librero. El escritorio fue de usos múltiples; ahí comía. Por distracción leía el lomo de los libros que creía ya conocer de sobra y de pronto… La palabra Ramsés brilló en mi pobre universo. Palomeado.
Otras anécdotas tontas o curiosas en las librerías.
Cuando salió el libro de José Agustín sobre el rock, lo encontré en la mesa de novedades y lo puse en el carrito. En eso estaba cuando llegaron dos clientes preguntando por la historia del rock en general. Junto a mí estaba un dependiente de mucho tiempo en la librería y llevó a las personas a la sección de música. Tengo la mala costumbre de ser muy metiche en las librerías. Le comencé a hacer señas al dependiente y le mostraba el libro que se llamaba Historia del rock. No me entendía. Hasta que al fin medio entendió algo, regresó conmigo, le di el libro que recién acababan de exhibir y se los mostró a sus clientes.
La siguiente aventura tiene que ver con aquellos que piensan que las compus resuelven todos sus problemas.
Tenía la inquietud de Proust. El segundo tomo que me había regalado mi padre; todo viejo y desempastado. Aún lo tengo en las mismas condiciones; por eso, vale. Me fui a buscar el primero: Por los caminos de Swam. Lo encontré en una librería; la que cambia a cada rato de lugar los libros. En ese momento no tenía dinero; volví a la semana siguiente y pregunté por él. Los que te ofrecen su ayuda me negaron el libro. Fueron a la compu que han de haber interpretado mal y me dijeron que no lo tenían.
Ni que nada más hubieran tenido uno y ni que Proust se vendiera como pan caliente. Se fue el señorito y yo me quedé solo. Me puse a fisgonear y se me ocurrió agacharme. Un libro me guiñó un ojo; ¿Y a qué no saben cuál? El uno de En busca del tiempo perdido. De Proust. Claro que lo compré, antes de que lo escondieran en otro lugar.
¿Le puedo ayudar? No, gracias.
Lo bueno es que siguen existiendo. Yo soy a la vieja usanza, si no veo qué hay, cómo voy a saber qué comprar. Ver la contraportada para ver si me interesa. Encontrarte con ese autor que has visto varias veces y no te decides a llevarlo; y que te resulta bueno.
¿Quién dice que leer es aburrido?