Unas notas acerca de ética y libertad y unas preguntas sobre el mismo binomio. Releí -por eso este pequeño escrito- unas páginas del inmenso ensayo Sobre la libertad de John Stuart Mill. Inmenso por lo que dice, por sus premoniciones -se publicó en 1859- y por su visión de la humanidad y de la política. Mill se adelantó a su tiempo: nació en 1806 y murió en 1873. Aunque el libro no se refiere al libre albedrío, el texto invita a pensar en la libertad individual. Avasallada la humanidad por políticos corruptos e ineptos, y, entre otros sucesos, por noticias falsas, por informaciones falaces y por periódicos arrodillados ante sus dueños como sucedió hace poco con The Washington Post, propiedad del magnate Jeff Bezos, han sumido al binomio ética y libertad en un barranco profundo. The Washington prohibió la publicación de una caricatura de Ana Telnaes, ganadora del Pulitzer, en contra del magnate. Amenaza aborrecible contra la libertad de prensa.
Las primeras líneas de la introducción explican el motto del libro y una de las razones de este breve texto: El objeto de este ensayo no es el llamado libre albedrío, que con tanto desconcierto se suele oponer a la denominada -inapropiadamente- doctrina de la necesidad filosófica, sino a la libertad social o civil, es decir, a la naturaleza y los límites del poder.
Ética y libertad conforman un binomio inseparable. Sin libertad es imposible hablar de ética. Estados totalitarios, de "izquierda o derecha" -las comillas no son mías, son de la realidad-, al imponer sus leyes y reglas sobre los individuos, violan principios éticos fundamentales, entre ellos, el de la libertad. Además, como sucede, la falta de libertad se asocia a pobreza, México como ejemplo: el impasse puede ser infranqueable; la pobreza, per se, limita el movimiento y sepulta la opinión pública. En México, la deseducación programada desde el Estado, impide reclamar y exigir. No debería bastar para acallar a la comunidad el dinero de la sociedad mexicana, no del gobierno, destinado a las clases pobres por López Obrador y Sheinbaum.
Comparto cuatro ideas:
1. Ni el Estado ni la sociedad ni los patrones tienen derecho a coartar la libertad de las personas. Hay una relación directamente proporcional entre la falta de libertad y el respeto de principios éticos.
2. Cada ser humano tiene un espacio único, privado, construido poco a poco, el cual debería ser invulnerable. Ninguna instancia tiene derecho a violentarlo.
3. Al disminuir la libertad se atenta contra la expresión libre, sin cortapisas, de la Palabra como vía para expresar ideas propias y como medio para ejercer los dictados de la voluntad, tanto a favor de la persona, como de su familia y de la sociedad.
4. Benedetto Croce hablaba de "La religión de la libertad". Tiene razón. La falta de libertad priva a las personas de sus credos -no hablo de religiones en el sentido tradicional- y atenta, de nuevo, contra la ética.
La afrenta, (casi) imposible de vencerla, pero sí de menguarla, consiste en disminuir el Poder de quienes atentan contra la libertad. Apelo a la fuerza de los valores éticos como vía para contrarrestar el Poder omnímodo de los políticos. Aunque Mill aclara que su ensayo no versa sobre el libre albedrío, su texto ofrece varias ideas sobre esa virtud.
La idea de Croce, "Religión de la libertad" es magnífica. Hacer de la libertad religión debería ser materia desde la primaria, bagaje casero y tópico de discusión en "donde se pueda". Croce, filósofo e historiador italiano, falleció en 1952. Regreso a mis obsesiones: más Croce, más Lévinas, menos Trump, cero Netanyahu y libertad para el pueblo iraní.
*Médico y escritor